El afecto.
Quien hace algo por mí bien, aligera
mi desgaste por vivir, mi sufrimiento, en una muestra de su afecto.
Cuando hago algo por tu bien, lo
hago, amigo, conocido, compañero… porque
es mi voluntad tenerte en mi tiempo y mi
pensamiento para darte, comprenderte, respetarte, alegrarte o agradarte aunque tenga
que pagar el precio de mi esfuerzo. Afecto.
Dar y recibir, el juego de la
vida en el que nadie, sin resentirse, puede dar más de lo que recibe. El afecto tiene su contabilidad. El déficit afectivo conduce a la quiebra personal, al desorden cerebral y a la enfermedad. Por eso rompemos relaciones que suponen una sangría de afecto, para sobrevivir. No hay entrega ni
amor sin límites. Existe un límite, la capacidad de la persona y su organismo. Quien va más allá, pone en riesgo su vida. Nadie muere de amor sino por
falta de amor. Un morir por un sin vivir.
Cada cual tiene su potencial de
ayuda, de dar afecto. El superficial, que apenas se esfuerza por sembrar, poco grano puede dar. Cuando
la vida le exija donaciones que excedan sus escasos recursos, como educar un hijo,
se desquiciará. Un sin vivir para él y para quienes le rodean. El egocéntrico y el egoísta se sienten
en continuo estado de necesidad por lo que intentan acumular, aprovecharse, "chupar" de quienes
tienen cerca .Un sin vivir por saciar su permanente insatisfacción. Un sempiterno estrés por tener y sentirse más...dando lo menos. Unos enfermos que harán enfermar a quienes atiendan sus requerimientos.
Amor. El afecto mayor. Quien nos ama,
nos da. A quien amamos, damos. El amor es a la vez una entrega y un querer. Decir
te amo es decir estoy por y para ti. Decir te quiero es pedirte que me ames. El tú y el yo. Un yo y un tú que se
amparan y comprenden siendo uno causa de que el otro se redescubra y se reoriente. Un sin vivir que es vivir, la recompensa del amor.