martes, 26 de junio de 2012

Silentes



Suspiro y en silencio escuchas mi suspiro.
Suspiro porque no acierto a decirte mi sentir de otra manera.
Suspiro por las caricias de carne que no tengo.
Suspiro diciendo lo que callo
 por no ser de las palabras prisionero.
Suspiro para ahuyentar el silencio que nos hiere.
Suspiro porque me duele no saber amarte cuanto quiero.

Y tú, en el silencio que sigue a mi suspiro, suspiras,
y  compartiendo suspiros y silencios
nos acompañamos las noches de los días.

Silente espero tu suspiro.
Silente escucho tu silencio.
Silente esperas que te diga tras un suspiro lo mucho que te anhelo.

Hoy has callado mi suspiro con un beso
que me ha llevado a ti en un torrente de jadeos.
Hoy son otros los suspiros  y silencios.

martes, 19 de junio de 2012

Los padres de J.L., una pareja feliz



Me hice amigo de J.L. estudiando magisterio. Comí tres o cuatro veces en su casa ciudarrealeña  y allí comencé a conocer a su familia de la que supe cosas más tarde por él mismo. Me atrajeron  las  tertulias que los hermanos mayores formaban tras la comida y el guirigay de los pequeños. Tras la aparente armonía se escondía una verdad que no podía imaginar.

Él la convenció de que en vez de despedida de solteros debían de organizar la despedida de sus amigos para, tras la boda, dedicarse en exclusividad el uno al otro y a la familia que formaran. Y así fue. Unos vinos, unos chorizos asados y un adiós a todos. Se casó con la joven y la secuestró. Sus brazos, además de incansable azada con la que saneó la maltrecha hacienda paterna que heredó y afanosa paleta de albañil con la que construyó su casa, fueron los cortos e infranqueables barrotes de una mazmorra de órdenes y humillaciones en la que la retuvo hasta su muerte. Sometiéndola se sentía feliz y le hacía hijos para amarrarla mejor, por eso, desde el momento de su concepción sus vástagos fueron para él protagonistas secundarios de su vida.

Ella, en su fantasía religiosa, creyó que él era el destino que Dios le tenía reservado y se dejó llevar. Invirtió su vida en parir doce veces y en sobrellevar con cristiana resignación los dictados del animal que le había tocado en suerte. Aunque a los pocos años de casados no le amaba, lo disimuló a la perfección ante todos y ante él obligándose a entregarle su cuerpo a diario hasta cumplidos los setenta. Vivió un infierno para ganar el cielo y carbonizó su alma anhelando en el fondo de su ser la muerte de su esposo, pero el mundo la creyó feliz. Con semejante desgaste sólo supo o pudo reservar unas pocas brasas de afecto para sus hijos, las obligadas, las de supervivencia, las de cocinar, coser, lavar y planchar, las que a sus ojos y a ojos vista le hicieron  no sentirse incompetente como madre pero no fue para ellos hombro en el que apoyarse, ni  abierto corazón en el que refugiarse.


J.L. decía que no había tenido padre ni madre, sino PA y MA pues la relación con sus progenitores no fue mucho más que un balbuceo.  Mientras le escuchaba pensé: Con frecuencia nuestra realidad es un disfraz de lo real. 
                                                                     J.L. en familia.

martes, 12 de junio de 2012

Los números de la alianza




Los números son carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre. Viven en nosotros y por nosotros y sin embargo construimos cantidades que escapan a nuestra conciencia. Hoy nuestro gobierno ha decidido pedir prestados hasta 100.000 millones  para tapar despilfarros y desfalcos bancarios, una cifra para angustiar al débil y agitar al rebelde pero que apenas son unos céntimos  comparados con  el valor de los derechos y servicios de los que nos despojan esos ladrones de vida que son los gobernantes actuales, bajo el auspicio de leyes para las que no les han votado.

Vivir entre estos cleptómanos profesionales, desasosiega…hasta que encontremos la manera de deshacernos de ellos. Es hora de no desfallecer, de espolear las neuronas para que alumbren ideas con las que enfrentarnos a nuestros domadores. Es el momento de hacernos fuertes. De los 100.000 puestos políticos  que hay en España habría que sustituir a casi todos. Son de la vieja escuela, de los que hacen y deshacen a su antojo, de los que una vez elegidos se erigen en férreos directores de nuestra vida. El ejemplo más evidente lo tenemos en los “nuevos” dirigentes estatales, autonómicos y locales.  

Pero, detengámonos en estos últimos. Son los que vemos cada día en nuestras calles y plazas y tienen que notar nuestro descontento.  Hay que presionarles con nuestras exigencias para que sus peticiones obliguen a sus “jefes” de partido y no agachen mansamente la cabeza ante ellos, como hacen hasta ahora. Hay que decirles que recortar en sanidad nos mata, que recortar en educación nos mata y ellos son cómplices y coautores de ese magnicidio y que si hace falta moriremos matando. Que lo sepan. Decírselo a la cara. Decírselo en los plenos de vuestro ayuntamiento y por qué no, también en los bares y en las peluquerías. Que no se sientan tranquilos preparando sus fiestecitas como si nada, convocando disparatados referéndums para elegir entre toros o empleo,  aprovechando sus puestos en ayuntamientos para encontrar trabajo a cambio, probablemente de alguna contraprestación inconfesable, “enchufando” a sus amigos de partido o redactando ordenanzas que limitan la libertad del ciudadano en las calles. Haced números, no son tantos, 11, 17, 20…nosotros somos 3000, 18000, 30.000…

Buscad adeptos para esta campaña de limpieza.En España hay  cerca de 20.000.000 de personas entre 19 y 44 años, en la flor de la vida.  Reescribiendo palabras de V. J. Wukmir , ¿no habrá al menos, un diez por ciento de entre ellos que como decía, estén vivos en los mares muertos de su ambiente, preocupados por lo que sucede pero no cobardes, inconformistas pero constructores de nuevos modelos de convivencia, que no utilicen la política como refugio ante su incompetencia para buscarse la vida y desinfectados del virus capitalista  de aspirar a ser profesionales de la especulación o el consumismo?¿No habrá entre los cerca de 4.000.000 mayores de 60 años, un porcentaje importante de nostálgicos pero no pasivos; pensativos, pero no fatalistas y que  la fuerza de los años les haya hecho liberarse del  fanatismo y  la ley del talión y no teman alzar su voz contra aquellos que quieren reducirlos a guiñapos en los últimos años de su vida?

Sí que los hay, solo hace falta aunar esfuerzos. Si una decena de millón es capaz  de hacernos bailar al son de su dulzaina traicionera, ¿de qué no van a ser capaces los millones de los que estoy hablando? Es la hora de la alianza de los que se saben fuertes. Si eres uno de ellos encontrarás el camino para firmarla. Si no lo eres, considérate el adversario, freno para un futuro mejor y tarde o temprano, si no lo estás ya, quedarás al descubierto. Créeme, ese será tu infierno.
                                                                                                                                           Entre números