viernes, 8 de enero de 2016

5 de Enero, noche de cuento.



Nacido, pues en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Donde está el rey de los judíos que acaba de nacer? (Mateo 2, 1-2)

Ni reyes, ni tres, ni de qué razas, ni jóvenes, ni viejos, ni con barba o sin ella, ni con pluma, más plumas o ninguna, ni turbantes, ni collares, ni en camello, ni en caballo, ni con esponsors, ni con majorettes, ni con cornetas y tambores.

En fin, como no podía ser de otra manera, a lo largo de los siglos,  al albor de un par de líneas de una de los universales libros de cuentos, hemos construido un cuento, y los cuentos se  cuentan a gusto de quién los cuenta.

Y quienes lo relatan ahora son las Concejalías de Cultura. Eligen personajes, attrezzo y puesta en escena. Y por eso, algunas de ellas, son campo de artificial controversia promovida por los hacedores de la mala política, de los farsantes de turno.

Los niños que se creen el cuento de los reyes magos, saben que cuando los tres personajes visitan la iglesia y le donan sus presentes a un diminuto niño semidesnudo de escayola o barro, están haciendo teatro. Es como cuando ellos le hablan a sus muñecos, un juego. Y eso les hace gozar.

A los niños que se creen el cuento de los reyes magos, lo que menos le importa, lo que de verdad no tienen en su cabeza, es que vienen a sus calles buscando el lugar donde ha nacido  un imaginario rey de los judíos. Aparecen para  sorprenderles, para satisfacer sus deseos. Y eso les sobra y basta.  Para ellos, aún en bañador y envueltos en tules transparentes, la nube de caramelos les vestiría de reyes.

Los niños que creen el cuento de los reyes magos aguardan con impaciencia si este año llegarán subidos en algo menos manido que el caballo, el camello o la carroza decimonónica o chafardera. Esperan un avión o algún extraño y sugerente objeto interestelar capaz de transportarles al universo de sus sueños.

Y observan su vestuario para comprobar si es lo suficientemente estrafalario y propio de magos, aunque a muchos les asalta la sospecha de que son hombres normales y corrientes bajo un disfraz, porque sus barbas no les convencen. Y porque, al mismo tiempo, con vestimenta, edad  y corpulencia diferentes están en televisión y en su calle, y eso les pone en guardia.

Y entonces tenemos que ampliar el cuento. ¡Ah! ¡La magia de la ubicuidad!

-Escucha, hijo, tienen el don de aparecer a la vez en muchos lugares pero lo hacen con apariencia distinta porque no quieren que nadie sepa cómo son en realidad. Cuando pasen estos días, colgarán sus trajes y caminarán entre nosotros  vestidos como tú y como yo. Como tú y como yo, tendrán días de fiesta y otros de pena y llanto. Procurarán hacer el bien y no hacer daño a otras personas, aunque como tú y como yo, no siempre lo consigan. Y por la noche, cuando estemos dormidos, sin que nos demos cuenta, se meterán en nuestros sueños y así, cargados con nuestras ilusiones, llegarán, el año que viene, a todas las casas del mundo.

-¿A todas?


-Y entonces tendríamos otra vez que ampliar el cuento. Pero yo no lo voy a hacer, porque en esta noche no quiero contar más cuentos.