domingo, 28 de diciembre de 2014

DESIDERIUM

ABRIENDO BOCA.

                                                   
                   EL CUENTO DE NUNCA EMPEZAR

Cuando como todas las tardes, Salvador, un “fino” y emergente emprendedor de la localidad, llegó al bar a tomar café, se topó en la puerta con una pancarta que decía:
¡Aquí se pone café y copa a un explotador!
Al entrar, las cuatro o cinco personas que se encontraban en el interior, salieron mirándolo fijamente y sin decir palabra. El dueño del bar, molesto, esperó a que se marchasen para recoger la pancarta. Durante los dos días siguientes apenas aparecieron clientes por allí, aunque Sebastián acudió como si nada. Al tercero, la misma frase apareció escrita en la fachada del bar, que estuvo vacío.  Se borró la pintada y en las fechas siguientes los civiles patrullaron por los alrededores por si se repetía la acción. No hubo más.  La clientela hizo mutis total y el dueño del bar, sin mucho preguntar dedujo que tenía que elegir: atender a Salvador o cerrar.  

Así comenzó todo en el pueblo. Después vino la peluquería en la que se acicalaban la mujer e hijas de Salvador, el supermercado… 


DESIDERIUM.

Para ser ladrón se necesita valor. Hay que tener un par para ponerse delante de quien echa su peonada en tu finca, limpia en tu casa o embala en tu almacén de frutas y verduras, y abonarle tres o cuatro euros por hora trabajada, que es lo mismo que decirle: “Toma. Esto vales y da las gracias”. Yo no podría hacerlo, me estremezco con solo pensarlo. El emprendedor multinacional que factura por el trabajo del empleado especialista que ha desplazado a otro país, de tres o cinco veces lo que en realidad le paga, roba a manos llenas. Lo hace de frente, revestido de honorabilidad, la misma con la que amasa posesiones que son la envidia de sus trabajadores y de gran parte de la ciudadanía. Yo no podría hacerlo, os lo aseguro. Quien recontrata como becario a un titulado, bi-titulado o tri-titulado universitario, por unos exultantes 300, 400 o 700 euros, le sangra en cada uno de los diez millones trescientos sesenta y ocho mil segundos laborales de los seis meses de contrato. Tres ejemplos reales de los miles de asaltos diarios a la dignidad humana que se producen en España  y en los que estos cuatreros actúan con decisión, resolución, osadía y sobre  todo, desvergüenza, mucha desvergüenza.

Ante su postura caben cuatro opciones: dejarles hacer, plegarse, aliarse o enfrentarse a ellos. El adoctrinamiento ideológico capitalista existente en escuela y familia ha forjado, y continúa forjando en la mayoría de la población, la actitud de aceptar como “lógica” (sic) la postura del propietario o “emprendedor” que pretende obtener el máximo de ganancias a toda costa, en otras palabras, asumir que nos paguen lo que quieran, aunque pasemos necesidades, con tal de no pasar calamidades. Es una convicción socialmente horizontal de la que, junto a la tradicional minoría anticapitalista, sólo comienzan a renegar unos pocos de los muy afectados por la crisis, cuya acción en nuestros pueblos, sin apenas asociacionismo reivindicativo, está condenada al fracaso, pues por convicción, pasividad o sumisión, la inmensa mayoría de la población favorece y alimenta la voracidad acaparadora de esos pocos ignorando las consecuencias económicas negativas para todos que de ello se derivan.


En nuestros pueblos pervive el poso ideológico de la dictadura franquista de que se puede ser reivindicativo  en la intimidad, mientras que los conservadores, sobre todo la derecha filo-fascista,  hace gala de su ideología. Hay que cambiar el juego pues lo que se dilucida es nuestra forma de vida en el futuro inmediato. En estas fechas marcadas por los deseos vacuos de felicidad y prosperidad, hoy, este vocero espera que iniciemos la lucha por la dignidad comenzando por pequeñas cosas hasta tomar conciencia de nuestro poder, que se presione a los explotadores en su entorno cercano, que se les haga la vida incómoda en los pequeños detalles de la vida cotidiana, que les denunciemos con nuestra mirada y nuestros gestos allá donde les encontremos, que bombardeemos ideológicamente a sus lameculos  y pelotas,  que no hagamos negocio con quienes hacen negocios con ellos, que se sientan siempre en terreno hostil. Ese sería solo un primer paso, un paso inocente, una nadería comparado con el atentado a la dignidad que ellos ejecutan. Para ello se precisa decisión y por supuesto  asociacionismo. Que el año nuevo traiga por estos pagos de la Mancha un florecer de asociaciones, de las cuales ahora carecemos, cuya finalidad sea propiciar la justicia social y la vida digna de los ciudadanos. Salud.





sábado, 20 de septiembre de 2014

Provocación (I)




Un torero, un lancero de Tordesillas... es un provocador que expone descaradamente el placer que le produce hacer sufrir al toro hasta su muerte.

Para quienes matan al toro a lanzadas o estocadas y sus partidarios, el animalista que hace ostensible su oposición a tal actuación, es el irrespetuoso, el provocador. La razón de la sinrazón.

El lancero y el torero enojan al animalista y viceversa, pero son ellos quienes en un acto de animalidad inician la partida, y dan de lleno en el corazón del segundo, exigiendo, además, respeto (sic).

Que los animalistas manden a los taurinos a la historia es cuestión de poder, de quién sea capaz de imponerse a quién utilizando la fuerza de la ley y de la educación.

En nuestra sociedad, aún en gran parte condescendiente con el maltrato animal, poco a poco se abre paso una nueva conciencia sobre la animalidad que provocan en los taurinos -toreros, lanceros, aficionados a corridas, corre bous…- actitudes y comportamientos reaccionarios, embestidas en toda regla. Últimos cantos de espúrios cisnes.

Los reaccionarios taurinos instalados en el gobierno están utilizando la ley para imponer su visión de España, declarando los espectáculos taurinos patrimonio cultural inmaterial, soliviantando a los animalistas, quienes si llegan al poder, a buen seguro los prohibirán. Toma y daca.

Los reaccionarios no dudan en utilizar plazas de toros y escuelas de tauromaquia para intentar crear el apego de los niños a las corridas lo que  dice mucho del poco respeto que sienten por ellos. Asilvestramiento. 

En la confrontación con los maltratadores de animales no cabe hablar de tolerancia, muy al contrario, intransigencia total con ellos.

Como Soria con el Duero en voz de Gerardo Diego, y al igual que en otros tantos asuntos de la vida cotidiana, la escuela, indiferente o cobarde, se mantiene ciega, muda y sorda ante el cuestionamiento de los espectáculos de maltrato animal. Una provocación para los amantes de la dignidad y la libertad.












lunes, 1 de septiembre de 2014

Nuestra casa.

Derruimos una vieja bodega para construir nuestra casa. A golpes de posibilidades dinerarias vimos caer la desvencijada portada, tejas, avisperos, tapiales y tinajas. Nubes de polvo de derrumbe dieron paso a muros nuevos, esqueletos de pasillos y estancias, que, hoy, veintcuatro años después, aparecen vestidos de pasado y de anhelo de futuro. En ella asentamos nuestras vidas y vino a ellas nuestro segundo hijo. Creció la familia y creció la casa en una especie de sintonía sincopada, de paralelismo asincrónico no exento de poesía cerrándose hacia el sur y ampliándose en un porche columnado hacia el oeste que se abre hacia lo que hoy es un jardín sin pretensiones, en el que reinan una decena de árboles, geranios y pajarillos mil, nuestro Edén particular. Un expandirse limitado para crecer interiormente, como nuestras relaciones. Sus paredes han cambiado de color al compás del color de nuestras almas y salvo pequeños detalles, en su interior, desde hace 11 años permanece inalterable. Me gustaba vacía, me complace ahora. Una casa sin amueblar es un proyecto, un aquí voy a poner. Equipada es un libro en tres dimensiones en el que siempre queda algo por escribir, una línea por borrar, una  ilustración que añadir. Hay ilustraciones que son especiales señas de identidad: las fotografías. No hay hogar sin ellas. Sobre el vajillero del comedor, entre mis preferidas, una de nuestra boda y las de Juan y Álvaro, mis niños, mis hombres. Al mirarlas despliego la manta del tiempo tejida con el hilo de los recuerdos. En ellas nos encuentro hermosos. ¿Quién no se ve apuesto en un retrato de veinte años atrás?  Avivando emociones y sentimientos, las fotografías son señuelos de lo que hoy decimos que fuimos. Hubo un tiempo en que me producían cierta nostalgia, una tenue añoranza del pasado. Ahora las miro como estelas del camino, vestigios que en dos generaciones desaparecerán  en un cubo de basura, algo que a nosotros nos sucederá antes.  Hace unos años, sentados en el porche se lo dije: ¿quién, tras nosotros,  tomará posesión de estos lugares, dormirá en nuestra alcoba, segará nuestros árboles? Una punzada me sacudió entero ante una pregunta que sonaba a profanación. Se difuminó en cuanto el brote emocional tornó en mera curiosidad. Y es que las casas que construimos y habitamos, viven en nosotros. Nos atrapan. Pocos tienen la casa que desean pero todos queremos la casa que tenemos. No hay otra. Pura subsistencia.

Nuestras casas, espacios acotados de fronteras inflexibles…-¿cómo nuestro pensamiento?- se erigen sobre pilares o cimientos, cuando podrían estarlo sobre superficies  móviles y equirresistentes para  gozar de la posibilidad de cambiar a placer su ubicación y la distribución de muros o tabiques. Imagino éstos a modo de lienzos, recios, pero a la vez hiperligeros, dúctiles, flexibles, susceptibles de ser modelados, extensibles hacia cualquier dirección y punto del espacio, de forma que a modo de envoltura, ejerciesen a la vez de pared, tejado y suelo. Si de ellos dispusiésemos, generaríamos volúmenes insospechados, espacios hoy considerados imposibles. Unos pellizcos en el suelo  para crear un sinuoso o irreverente conjunto de estalagmitas en una estancia. Un estirón y unos dobleces para gozar de sugerentes plisados en una pared. Abrir o anular  conectores entre habitaciones o viviendas próximas en forma de tubo informe, tobogán o rampa ramificada. Sugestión y encantamiento. Cada casa, cada agrupamiento urbano, sería un espacio incógnita, un relato inacabado, un reto y un juego para la imaginación individual y colectiva. Un hábitat en transformación constante para un ser humano capaz de reinventarse continuamente.

Pero lo que es, es. No se pliega a capricho esta casa de cemento y piedra. Surgió, como  nuestro amor, al ritmo cadencioso de varias primaveras. Es su fachada enagua de cemento gris que sueño cubrir de estuco marmolado con mis manos; su sótano, vientre desnudo que me seduce tapizar con arcillosos relieves de vides y olivos,  de juncos y rio, de cereal y  de barbecho; su tejado, celada a elevar unos palmos para mudarla en aposento de compañeros e hijos de los hijos; su jardín, apéndice a la espera de su pequeño estanque, corazón y surtidor de susurrantes canalillos que alivien la sequía del estío y solacen el espíritu. En sus pasillos pintaría…  …  …  Planes, intenciones, para mi segunda piel, o tal vez quimeras de unos brazos que se asoman a la senectud como si nada. Los humanos, como las casas, somos obra sin concluir y como ellas, territorio a ocupar y desahuciar. La superficialidad, la vida happy, el conformismo, lo de siempre, el bien quedar, lo que hace todo el mundo, el utilitarismo y la rancia religiosidad, insaciables invasores de mentes, trabajan a diario para expulsar a ciudadanos de los viveros de la dignidad. Los indignos construyen casas indignas por hermosas que parezcan. El Vaticano es un pecado de soberbia, como tantos otros palacios y templos del pasado  y del presente, como tantas otras mansiones de nuestros pueblos y como lo son las colmenas urbanas, hijas de la avariciosa maldad de constructores y financieros. ­­­­­­­­­­­­­Vivir en un palacio refuerza al poderoso en su poder, hacerlo en un habitáculo de cuarenta o sesenta metros cuadrados, le recuerda al débil la fragilidad de su subsistencia. Nos urge  tomar conciencia del propio poder, desinfectar la casa interior del virus de la sumisión y DESOCUPAR la casa exterior para HABITARLA. Conozco a quienes más que casa mantienen un motel de habitaciones varias, un espacio-fonda en el que comer y dormir pero en el que no cabe intimidad compartida, complicidad y respeto en lo cotidiano, vida más allá de lo trivial. Casas vacías. Desahucio personal. 


Tengo fortuna. Es nuestra casa de cerradura abierta y abrazo largo, espaciosa y clara. De dos o tres grietas, arrugas de asentamiento, unas cuantas menos de las que  llevo en el rostro y el corazón. Con puertas sin cerrojos pero que dan portazo a la incongruencia. De hablar sincero,  estruendoso a veces, como el piar matinal de los gorriones enramados en el jardín. Tumba de intimidades propias y ajenas  que jamás lo será de mis cenizas pues la quiero legar sin ataduras. Abrigo incondicional para los que amamos y para los que nos aman. Ni vientre materno, ni intemporal fortaleza, debería aprender a guardarle distancia por si me viese forzado a abandonarla a causa de alguna de esas tres cosas de la vida. A ella llegamos con la cabeza alta, como llegaron a las suyas esos miles a quienes banqueros y políticos, desde sus indignas sedes y la hoy no menos indigna mesa del consejo de ministros, están dejando a diario en la calle. En ella transcurrimos, desde ella transitamos a un mundo que cada día me complace menos porque lo comprendo más. Doloroso goce el conocimiento. A veces, en la noche, desde su tejado busco entre las sombras baobabs propios y ajenos para talarlos con el pensamiento a sabiendas de que volverán a brotar. Allí, en pie, bajo las estrellas, levanto un mundo que nunca podrás tener. 


martes, 22 de julio de 2014

Nunca estamos solos.

Eres médico. Tienes un hijo de 23 años, estudiante de medicina. Acude como piquete informativo a un local abierto un día de huelga general. Su dueña interpone una denuncia ante los desperfectos y las amenazas que le infieren, entre otros, tu hijo. Te llega el aviso del juzgado y te entra la vena de persona de orden. Si es que sois mu deslenguaos. Si es que os pasáis. Después, te das cuenta de la situación y recoges velas. Te lo dije, ten cuidao. Que estos son unos fachas y van a joder. Pero vamos a ver ¿Por qué te denuncian? Porque me identificó la policía. ¿Y por qué acudió la policía? ¡Pero si la policía venía con nosotros escoltándonos todo el tiempo! ¿Entonces? ¡Joder!¡Qué casualidad papá! ¡La dueña acusa a los que nos pidieron el carnet! Expones tus convicciones de siempre. Un piquete informativo no puede tener manga ancha, no debe ser violento. Se puede, pero nunca se ha de contrarrestar la frecuente violencia empresarial  y gubernamental de guante blanco, con otro tipo de violencia.  Lo hablas con él. Te pones profundo. ¿Consideras que tu comportamiento es el ejemplo a seguir?  ¿Podríamos autorizar por ley la realización de pintadas en la propiedad de alguien o agredirle verbalmente para que se sume a la huelga? ¿Cuál era tu finalidad: convencer a la dueña del bar para que constituyera contigo un frente de acción o demostrar que puedes  imponer tus tesis?  Papá,  Kant, siempre Kant, pero… te sigo. Si la dueña del bar apoya la reforma laboral, que nos quita derechos, está coaccionándonos y,si la coaccionamos, es porque ella nos coacciona. Defendemos nuestra libertad. ¿Estás seguro de que ella está a favor de la reforma del gobierno o  en contra de usar ESTA huelga como forma de lucha por la libertad?  Os miráis. Os comprendéis. Estáis a la espera de una sanción inevitable. ¿Pero cuál?

Pasan los meses. ¡Pá vivirlos! Entretanto tu hijo continúa sus estudios de medicina y aunque estás preso de la preocupación y el miedo, tienes cierta esperanza. Al fin y al cabo el fiscal le pide un año de privación de libertad y una multa. Aunque le condenen, no irá a prisión. Llega el día en que tu hijo pone en tus manos la sentencia. Viendo su cara no te hace falta leerla. Vas directo al final, donde aparece escrito en letras grandes el FALLO. Tres años y un día de presidio.  1096 puñaladas en tu corazón de ciudadano, un instante de incredulidad y después  ira, una tormenta de ira. ¡Dios! ¡Qué hijos de puta!

Lees la sentencia veinte veces. Conforme profundizas en su análisis no puedes evitar pensar que el juez ha llegado a donde quería y no a donde debia, porque ninguna cabeza justa puede defender que la pena sea proporcional a la falta. Lo adivinas entre líneas. Para tí hay un hilo conductor muy sutil en la disposición de los elementos de juicio en los que se sustenta y lo que considera hechos probados, y que parte de la convicción personal del juez de lo innecesario de los piquetes informativos y el papel coactivo que les adjudica. De ahí que no crea a tu hijo ni dé validez a las declaraciones de sus testigos pero si a las de la denunciante a la que considera persona cabal y sin animadversión hacia él. Su decisión sobre lo que considera está probado implica la aplicación del artículo 315 del código penal, lo que, por lo desproporcionado de la pena  le debía haber hecho reconsiderarla. Por principio una sentencia no puede causar más dolor que el que intenta reparar y ésta lo hace. Resuenan en tu cabeza las palabras de Gonzalo Moliner, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial recomendando a los jueces su implicación en la interpretación de la ley para proteger a los afectados por los desahucios hasta que la legislación se modifique. "Los jueces tienen posibilidades que la letra de la ley no les da, porque no son meros aplicadores de la letra de la ley." Algo parecido sucede con la sentencia de tu hijo ante la necesaria revisión del artículo 135. ¿Que iba con 30 o 40 personas? ¿Y qué? ¡Que condenen a cada uno de los 30 o 40 por lo que cada uno hizo aquella noche! ¡Que a mi hijo lo condenen proporcionalmente a su falta pero que no le trunquen la vida en nombre de la justicia!

Recurso contra la sentencia, petición de indulto al ministro que ha indultado a un conductor kamikace, corruptos, mossos de escuadra condenados por tortura, algún familiar...pero nada. Llevas a tu hijo ante la puerta de la cárcel. No quieres abrirle pero el odio llama a la puerta de tu corazón. Odio hacia el legislador, hacia esos políticos, que todos sabemos de qué partidos son, que ven, oyen y escuchan a su conveniencia y redactan leyes como ésta; hacia el juez que a buen seguro hubiese visto otra salida en caso de que hubiese sido un hijo suyo el acusado, aunque él no lo hubiese podido juzgar y que no ha estado a la altura. "Con leyes perfectas un mal juez comete injusticias; en cambio, con leyes injustas o deficientes, un buen juez hace justicia" , sentencia de Laurent que no te deja lugar a dudas. Odio hacia aquellos compañeros o conocidos que te dan la palmadita en la espalda para acompañarte en la desgracia de tener un hijo "revolucionario". Odio hacia aquellos ciudadanos que están al sol que mas calienta, lameculos del concejalillo de turno y que engrasan con su displicencia las ruedas de la injusticia.

Pero estamos otros. A tu lado estámos los que sentimos como nuestro lo que tu sientes, los que tenemos hijos comprometidos, los que se manifiestan en las calles pidiendo justicia para el tuyo, y eso te da fuerzas y te lleva a confiar en un final diferente. No estás solo. Nunca estamos solos. 

PD. Acabo esta entrada dedicada a Carlos Cano y veo a Cañamero anunciando en la Cuatro que la Audiencia Provincial de Granada ha decidido excarcelarlo. No tengo palabras. En llamas.



martes, 3 de junio de 2014

Ela.

Tez noche. Pelo noche. Mirada noche. Estatua encarnada. Timidez desnuda. Muda como el silencio mudo. Misterio impropio de trece años. No le conocí amigas ni amigos. Yo le hablaba, le ordenaba tareas, pero no le comunicaba y día tras día me sentí fracasar ante ella. Pasamos el curso en gris, ni “pa” suspender ni “pa” aprobar, así que… le aprobé. Dejó el título de graduado escolar en espera, porque sus padres eran de los que negaban a sus vástagas continuar estudios. A lo que no esperó fue a despertar a la vida de la mano y los besos de un compañero de clase, repetidor y vividor. Me lo refirió él mismo al reencontrarnos veinte años después, en un momento de nostalgia. En la excursión fin de curso, me dijo. La noche que bajamos a la playa. Por un momento me escabullí hacia el chiringuito cercano a  comprar tabaco. Cuando di la vuelta para regresar, la vi, de pie, absorta, mirándome enmarcado en el mar.  No supe por qué, pero me acerqué, le tomé la mano y paseamos en silencio bordeando el ingente azul. Nos sentamos. Temblaba. La atraje hacia mí y pasó lo que pasó. Mi sorpresa avivó aún más la picardía en sus ojos. “Si, tan calladita”, dijo buscando en mí la complicidad de macho. Me  molestó su comentario. No pregunté. Renuncié a saber qué pasó, fuese todo, nada, casi nada o casi todo. En aquel momento la quiso callada pero no ausente. Con una mirada consiguió un mundo y ahora menospreciaba todo aquello.


Probablemente Ela obtuvo lo que anhelaba desde que él apareció en clase. Si fue así, no supe verlo. En las escuelas, a menudo, estamos ciegos o cuanto menos, tuertos. La vida no pide permiso a maestros, padres, papas, presidentes, ni ministros. Somos sus prisioneros y lacayos. Aun en el suicidio, es ella quien da la orden. Como silencio, Ela tituló. Como silencio suscitó pasión. No fui testigo cercano de su evolución. Con el tiempo le llegaron el amor, hijos y nietos. Capaz de reproducirse en estado de larva, cada vez que la veo me parece estar a la espera de una transformación que no llegará nunca. Ela, minarete egregio, mar incierto. Crisálida del desierto.


                                                                 
                             Diario de la escuela oculta
                                                         

lunes, 28 de abril de 2014

El bar

En el disco-bar de mi sábado noche consumen unas horas de holganza mujeres de dieciocho a cincuenta, las más, de feminidad boterina  o velazqueña, envueltas en pintura y cremas, para, según el caso, engalanar o enmascarar su juventud o madurez, afán agradecido o innecesario en unas, baldíos en otras y de admirar en pocas. En todas, incluso en alguna tallada en distraída Candidez o Bobería, se atisban destellos de Luna, Estrellas, Guerra, Paz, Astucia, Maternidad, Fuego, Placer y Romance. Sus poderes, su fuerza. 
  
Cada cual con su Genio a cuestas, los hombres, por lo general, más uniformes y grises. Los estamos bajo el influjo del  Alcohol o del Fútbol, en algunos, de efectos delirantes; de la Caza, cruel y casi siempre innecesaria; del Campo, genio de estos lares aún un tanto rudo e inmovilista y del Aprendiz de hombre, deidad  que con suerte nos acompaña toda la vida y que como ninguno empuja  a los jóvenes a tomar la noche. También los hay huérfanos de Genio, que vagan de aquí para allá ofreciendo su compañía por el módico precio de una fugaz conversación o una palmadita en la espalda que huele a conmiseración pero que les sabe a reconocimiento.

De pared a pared, en cualquier dirección y sentido, viaja alguna que otra mirada, entre furtiva  y descarada, de Coqueteo y de Deseo, espíritus que pueden alegrar o endemoniar la vida; de Curiosidad,  daimon que tarde o temprano nos conduce al inevitable cotilleo, fuente no siempre denostable de conocimiento;  de Inocencia, entre quienes estrenan amor juvenil y en quién más o quien menos, de Tedio. Las hay también de Altivez en unos cuantos ojos cuasifascistas que se tienen por gente de bien y que detesto.  Sabiéndonos todos observadores observados, dispuestos en grupúsculos  en los que difícilmente se entra, tal vez porque nos conocemos, generamos un ambiente de tal discreción, de tan mansa calma, que los Vicios parecen haberse esfumado por algún tipo de encantamiento, aunque, yo, que como vosotros recibo de cuando en cuando la visita de la Intuición y el Adivinamiento, los vislumbro sobrevolando las bocanadas de humo, sembrando ardores e inquietudes en la imaginación de más de uno y de dos para quienes este sitio es la antesala de  lo que les traerá la noche.  Puesto que de deidades se trata, no sé si lo que digo que veo solo es real en la fábrica de mis pensamientos, por lo que silencio nombres y apellidos, si bien siento que estoy ante la puerta de sus misterios.  

Del disco-bar de un par de horas de mis noches de sábado, encuentro ausentes las Artes de la Frescura y el Atrevimiento, dos deidades que no hallan entre sus paredes en quién o quienes manifestarse. En él se exhibe la placidez de la Rutina, auténtica señora del lugar. En él sabes casi con certeza, a quien te puedes encontrar. En él, todos llevamos el uniforme de sábado. En él no se danza, se practica el abroycierropiernaderecha-abroycierropiernaizquierda. En él no se canta, aunque haya quien tenga motivos para ello. En él se bebe, pero no se brinda. En ese ambiente ebrio de convencionalismo, entre sorbo a sorbo, conversación y conversación, o, entre silencio y silencio, en ocasiones, soy presa del Ensimismamiento. Extraño poder el de este Genio, el único que en este lugar, tan previsible, me transporta hacia lo insospechado. Abandonándome al habla interior, sin esforzarme en construirlo ni comprenderlo, estoy-solo-en-mí, sin noción del espacio y del tiempo, durante segundos, hasta que me rescata una canción, un hola, un adiós o la dueña de mis afectos. En este lugar, me siento a  gusto, pero nunca  libre. Me doblega el Comedimiento, más no me importa. Por eso, la noche de sábado que salgo, vuelvo. Aunque en verdad cada vez lo hago menos.


miércoles, 5 de marzo de 2014

De ná.


El grupo de franciscanos mantenía un bullir calmo y confiado. El piel roja no había visto nada igual por aquellos lugares. Sin pensarlo, blandió el hacha y se abalanzó hacia ellos. Cogió por sorpresa al que tenía más cerca,  poniéndole el filo del arma en el cuello. En ese instante otro de los frailes cogió con su mano derecha el crucifijo de madera que llevaba al cuello y lo puso a la altura de los ojos del salvaje a modo de mágico parapeto. El indio soltó su presa intentando apoderarse de aquel objeto  que parecía tener tanto valor para su dueño.  Un par de tirones inútiles y quedose mirando durante unos  segundos el  pasmado rostro de su oponente que no acertaba a decir palabra. De pronto la situación dejó de resultarle sugestiva, soltó la cruz, dio media vuelta y marchó en busca de sus compañeros de tribu,  de los que unos momentos antes se había apartado. Quiso la suerte que algo más adelante encontrase dos mujeres blancas contemplando el paisanaje que se extendía  ante sus ojos. Una de ellas lucía un peinado llamativo por lo acusado de su volumen. De inmediato pensó en  apresarla para exhibirla como trofeo. Cuando se disponía a ello, la dama sonriendo le dijo:

-¡Qué bien vais!...

Le devolví la sonrisa, le rocé el pelo con el hacha, le dije: “Mí, querer tu cabellera” y di media vuelta. Ella: una vecina del pueblo. Lugar: el baile de carnaval… ¿De carnaval? … A mí alrededor deambulaban personas portando un vestuario no habitual pero con el mismo espíritu que si hubiesen estrenado  modelito nuevo, esperando que les diesen con la mirada o la palabra el visto bueno a lo que llevaban puesto.  Pasé la noche entre soldados romanos, avatares, sevillanas,  sin que sintiese ni notase nada especialmente distinto a si todos hubiésemos estado en vaqueros. Por estos pagos, el carnaval  ha devenido en unas simples jornadas de disfraces "educadas" y consumistas.  Se esfumó la trasgresión, el cuestionamiento del orden establecido. Una jovencita disfrazada de paquete de palomitas, que pasea con las amigas de siempre, bebe lo de siempre, habla con los de siempre o con alguien “nuevo” pero de la misma manera que lo haría pasado mañana… ¿A qué juega? ¿Qué simula? ¿Qué insinúa? ¿Qué muestra? … ¿Y las “princesas” de los ochenta, de los sesenta o del siglo pasado que procesionan en los  coloridos pero insulsos y oficialistas desfiles de nuestra tierra?  He dicho ellas, pero donde lo he dicho poned también ellos. 

Tras mi no escaramuza con la dama de exuberante cabellera, bebí dos cubatas, bailé el “Paquito chocolatero” y  todo el popurrí de las orquestas que animan los bailes de pueblo y hasta cerca de la madrugada, al igual que el resto de los asistentes, hice como que estaba de carnaval. La simulación de la simulación. Un ná. 

martes, 4 de febrero de 2014

En pretérito imperfecto.


Era el día grande de las fiestas patronales. Envueltos en la atmósfera sacro-trágica que creaba el organista, los fieles no daban crédito a lo que veían.  Del camerino de la Santa Patrona brotaba una densa nube de incienso entre la que se vislumbraba al nuevo párroco, que en un ritual casi mágico, despojaba a la imagen de su ostentosa corona mientas decía: “Esto no es la Virgen”.  

-“Esto no es la Virgen”, proclamaba retirando de la imagen el afiligranado manto.  

-“Esto no es la Virgen”,  repetía quitándole las puntillas.

-“Esto no es la Virgen”,   entonaba retirándole la peluca.

-“Esto no es la Virgen”,  insistía dejándola sin vestido.

Los iniciales murmullos de sorpresa, tornados sobrecogido vocerío, se ahogaban en un grito mudo en el momento en que el sacerdote, levantando por encima de su cabeza la desnuda estructura metálica rematada por un sencillo busto a que había quedado reducida la imagen, estremecía a todos con un último y rotundo: “Esto no es la Virgen”,  salido de lo más profundo de su profundo ser.

Acto seguido, el monaguillo, portando los accesorios y el ropaje en un perchero, y el sacerdote, sosteniendo el busto a la altura de sus ojos, abandonaban el camerino, descendiendo pausadamente por la escalera lateral que desembocaba en el altar,  en una especie de comitiva funeraria que se hacía eterna. Como muestra de ceremonia milimétricamente preparada, a la par que ambos ocultaban tras la sagrada mesa los objetos que portaban, la hornacina, ahora vacía, quedaba a oscuras. Extendiendo los brazos, frente  a los feligreses, el párroco exclamaba:

                  “Lo esencial es invisible a los ojos”  

Entre la ira y el llanto contenidos de muchos, algunos susurraban: “Ciertamente es el día de la Virgen.” Para mis adentros dije : " Ni hoy, ni mañana, ni pasado. Los cuentos, cuentos son".


viernes, 10 de enero de 2014

La poda

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Todo acto es nada hasta que lo diseccionamos.

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Un desayuno ligero en casa y siete minutos después,  en la viña.  Es una mañana blanca.  A  escasos trescientos metros diviso cinco hombres en corro. Son cazadores desayunando.  Se toman el domingo de amigotes entre comida, bebida y muerte.  Mientras sus mujeres estarán preparándose para ir a misa, ellos se encuentran inmersos en los ritos de la religión de la caza. La diferencia reside  en que ellos van a por la pieza mientras que ellas  han caído en las redes de una iglesia de la que no pueden ser sacerdotisas. Para ellos el Reino está en las  siembras, vides y olivos,  y en el momento de cobrar la pieza se sentirán como Dios, dueños y señores de  la vida de los campos, de ahí que prefieran este templo natural al otro aunque estoy seguro que esos cinco ni sus mujeres lo han pensado.  

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A poco se van. No queda nadie más que yo en estos parajes. La soledad ociosa en la naturaleza  conduce a la calma pero sobrellevar la soledad diaria del jornalero  precisa fortaleza de espíritu. A los quince años aprendí a realizar la poda en vaso y doy fe de que realizarla durante horas, en solitario, en líneos de cepas que se tornan infinitos, conduce a momentos de desánimo en los que aparece  un fuerte deseo de abandonar la tarea. Un amigo de la familia reputado “podaor” y ya desaparecido, cuando decidió a los setenta y pocos años poner fin a su vida laboral tras sufrir un par de vahídos en mitad del campo,  me dijo:

-Llegó la hora, Juan. ¡Tanto trabajar y trabajar ¡ …¡Y solo!, ¡siempre solo! 

Me conmovió. Me reconocí en su lamento. Porque aún más agotador que el trabajo físico resulta enfrentarse a los propios demonios. En la soledad del hombre de campo, a diario inmerso en un medio percibido en ocasiones protector y en otras inquietante,  ante la imposibilidad de mantener durante horas la atención continua en la misma actividad y establecer comunicación interpersonal, surgen de tanto en tanto soliloquios silenciosos en los que se intercalan reflexiones, recuerdos, tareas pendientes, proyectos, pero  también,  descabellados y turbadores deseos sobre la vida y la muerte que afloran  inesperada y desordenadamente. Ideas nunca antes conscientes que brotan del  uno mismo desconocido, insospechado. Eros y Tanatos  en toda su potencia. En campo abierto la posibilidad del autoconocimiento, el camino hacia la individuación. El premio al duro ascetismo agrícola, recompensa  “escondida” de la que no se habla. Sucumbir a ellas conduce a la locura; reprimirlas, a la inmoralidad del moralismo y la intolerancia; ignorarlas es una traición a la honestidad. Tan solo  quienes las analizan e integran optan al fruto de una acción que, curiosamente, les llevará a transitar por el solitario a la par que gozoso y tormentoso conocerse. La sabiduría del  hombre de campo no es gratuita.  Por eso son tan pocos los elegidos.

Situado en la primera cepa de un líneo que se me antoja infinito, escudriño la tarea que me aguarda y cuya máxima motivación es la conservación de la pequeña herencia familiar. Comienzo. 

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Lentamente voy destejiendo el entramado de sarmientos de cada cepa. Me abstraigo en uno de esos juegos con los que procuro hacer más llevadera la faena aun a sabiendas que dicho empeño me castigará con una dilación de la misma. Intento averiguar cuáles son los mecanismos y automatismos mentales que hacen posible que pode, pero si me pregunto  qué es lo que estoy sopesando en este momento para elegir el siguiente corte dejo de pensar en las variables a considerar y mis brazos se detienen en seco.  No puedo pensar sobre lo que pienso al mismo tiempo, es decir no puedo observar en tiempo real lo que hace  mi cerebro porque soy lo que hace mi cerebro y si soy lo que hace mi cerebro no soy “algo” que está en él…¡Ah amigos creyentes!... ¿Qué me decís ahora del alma?  …

La introspección es un conocimiento en diferido e imprescindible. Es indignante que el autoconocimiento no figure de forma sistemática en el currículo escolar.  A los alumnos los analizamos desde fuera y hacemos que en cierta medida interioricen nuestra valoración sin proporcionarles estrategias para autoanalizar su actividad interior ni exterior. Una colonización psicológica en toda regla, una falta de respeto imperdonable en un educador.  ¿Y yo? …¿Cómo – lo - hago - yo? Hay reflexiones que matan la autoestima y ésta es una de ellas. 

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Las horas pasan y la viña va tomando otro aspecto. Sin podar la parcela parece un lienzo rayonista de Larionov, sin sarmientos los líneos resaltan en el paisaje como sugerente puntillismo minimalista. De vez en cuando me pongo en pie para contemplar la transformación. Entre tanto le he dado vueltas a la posible existencia de un algoritmo que refleje el proceso de decisiones que sigo en la poda, una tarea que consume en exceso mi atención y que desecho y "regresa" una y otra vez. Posiblemente sea un mecanismo distractor para descomprimir la tensión que me origina estar aquí. Miro los sarmientos en las esmantas y suspiro, no muy hondo, pero suspiro. Miro al sol de la mañana blanca y respiro, ahora sí, profundo. Miro hacia el pueblo cercano y decido marchar. Un último vistazo a las vides hoy podadas. Me encojo de hombros. No son muchas. A este ritmo, terminar la viña me llevará más tiempo del que deseo. El tiempo es oro pero como decía Séneca: “la vida se divide en tres momentos, el que ha sido, el que es y el que será. De ellos, el que ahora recorremos es corto, el que vamos a recorrer es dudoso, el que hemos recorrido es seguro. El pasado es el único de los tres que no está sujeto al azar y su “posesión es perdurable y sosegada”.  El de esta mañana lo doy por bueno, gastado entre pensamientos de poda y la poda de pensamientos.