domingo, 28 de diciembre de 2014

DESIDERIUM

ABRIENDO BOCA.

                                                   
                   EL CUENTO DE NUNCA EMPEZAR

Cuando como todas las tardes, Salvador, un “fino” y emergente emprendedor de la localidad, llegó al bar a tomar café, se topó en la puerta con una pancarta que decía:
¡Aquí se pone café y copa a un explotador!
Al entrar, las cuatro o cinco personas que se encontraban en el interior, salieron mirándolo fijamente y sin decir palabra. El dueño del bar, molesto, esperó a que se marchasen para recoger la pancarta. Durante los dos días siguientes apenas aparecieron clientes por allí, aunque Sebastián acudió como si nada. Al tercero, la misma frase apareció escrita en la fachada del bar, que estuvo vacío.  Se borró la pintada y en las fechas siguientes los civiles patrullaron por los alrededores por si se repetía la acción. No hubo más.  La clientela hizo mutis total y el dueño del bar, sin mucho preguntar dedujo que tenía que elegir: atender a Salvador o cerrar.  

Así comenzó todo en el pueblo. Después vino la peluquería en la que se acicalaban la mujer e hijas de Salvador, el supermercado… 


DESIDERIUM.

Para ser ladrón se necesita valor. Hay que tener un par para ponerse delante de quien echa su peonada en tu finca, limpia en tu casa o embala en tu almacén de frutas y verduras, y abonarle tres o cuatro euros por hora trabajada, que es lo mismo que decirle: “Toma. Esto vales y da las gracias”. Yo no podría hacerlo, me estremezco con solo pensarlo. El emprendedor multinacional que factura por el trabajo del empleado especialista que ha desplazado a otro país, de tres o cinco veces lo que en realidad le paga, roba a manos llenas. Lo hace de frente, revestido de honorabilidad, la misma con la que amasa posesiones que son la envidia de sus trabajadores y de gran parte de la ciudadanía. Yo no podría hacerlo, os lo aseguro. Quien recontrata como becario a un titulado, bi-titulado o tri-titulado universitario, por unos exultantes 300, 400 o 700 euros, le sangra en cada uno de los diez millones trescientos sesenta y ocho mil segundos laborales de los seis meses de contrato. Tres ejemplos reales de los miles de asaltos diarios a la dignidad humana que se producen en España  y en los que estos cuatreros actúan con decisión, resolución, osadía y sobre  todo, desvergüenza, mucha desvergüenza.

Ante su postura caben cuatro opciones: dejarles hacer, plegarse, aliarse o enfrentarse a ellos. El adoctrinamiento ideológico capitalista existente en escuela y familia ha forjado, y continúa forjando en la mayoría de la población, la actitud de aceptar como “lógica” (sic) la postura del propietario o “emprendedor” que pretende obtener el máximo de ganancias a toda costa, en otras palabras, asumir que nos paguen lo que quieran, aunque pasemos necesidades, con tal de no pasar calamidades. Es una convicción socialmente horizontal de la que, junto a la tradicional minoría anticapitalista, sólo comienzan a renegar unos pocos de los muy afectados por la crisis, cuya acción en nuestros pueblos, sin apenas asociacionismo reivindicativo, está condenada al fracaso, pues por convicción, pasividad o sumisión, la inmensa mayoría de la población favorece y alimenta la voracidad acaparadora de esos pocos ignorando las consecuencias económicas negativas para todos que de ello se derivan.


En nuestros pueblos pervive el poso ideológico de la dictadura franquista de que se puede ser reivindicativo  en la intimidad, mientras que los conservadores, sobre todo la derecha filo-fascista,  hace gala de su ideología. Hay que cambiar el juego pues lo que se dilucida es nuestra forma de vida en el futuro inmediato. En estas fechas marcadas por los deseos vacuos de felicidad y prosperidad, hoy, este vocero espera que iniciemos la lucha por la dignidad comenzando por pequeñas cosas hasta tomar conciencia de nuestro poder, que se presione a los explotadores en su entorno cercano, que se les haga la vida incómoda en los pequeños detalles de la vida cotidiana, que les denunciemos con nuestra mirada y nuestros gestos allá donde les encontremos, que bombardeemos ideológicamente a sus lameculos  y pelotas,  que no hagamos negocio con quienes hacen negocios con ellos, que se sientan siempre en terreno hostil. Ese sería solo un primer paso, un paso inocente, una nadería comparado con el atentado a la dignidad que ellos ejecutan. Para ello se precisa decisión y por supuesto  asociacionismo. Que el año nuevo traiga por estos pagos de la Mancha un florecer de asociaciones, de las cuales ahora carecemos, cuya finalidad sea propiciar la justicia social y la vida digna de los ciudadanos. Salud.





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