sábado, 9 de julio de 2011

Autoengaño torero


En el ruedo de la vida unas veces toreamos y otras nos torean.  Torea el maltratador a su víctima, hasta que le acarrea la muerte. Nos dan un pase de pecho al exigirnos más horas de trabajo por el mismo sueldo o al bajárnoslo amenazados con el estoque del despido.Torea el amante infiel a su pareja  con las  verónicas  del regalo, el viaje o la cena sorpresa para impedirle que aviste su faena en otras plazas. Nos someten  con un muletazo de trinchera asegurándonos que tal o cual país tiene armas de destrucción masiva y enviamos soldados que mueren con la puntilla de las minas anticarro, el disparo “fortuito” o la emboscada repentina.  Nos torea por bajo y por alto el hijo consentido y caprichoso. Sangramos la hacienda pública  con  las  banderillas del NO-I.V.A. y  el fraude institucionalizado. El puyazo de las hipotecas nos debilita hasta los 60 o 70 años,  edad en la que pasamos por series  de  achacosos muletazos que la biología nos tiene preparados. Por no contar, entre elección y elección,  los cuatro años de silencioso chiquero en el que el partido dueño de nuestro voto, nos mantiene "ilusionados" con la promesa de regeneración o el cumplimiento de un programa imposible.   

Desde hace siglos la vida de los españoles se ha impregnado de la cultura taurina y tal vez  por eso el párrafo anterior te parecerá “natural”. Profundicemos. El símil presenta las relaciones sociales desde la óptica del autoengaño. Tanto cuando “toreamos” como cuando nos “dejamos torear” en las situaciones expuestas y en cientos de otras distintas, estamos convencidos de que tenemos que actuar así porque es la mejor salida posible, aunque sabemos que protagonizamos una gran mentira. Una mentira que para que no incomode a nuestra conciencia, hemos de ignorar, de ocultar,  convirtiendola en una gran verdad. Con tal mecanismo  nos alejamos de la realidad, viviendo en un escenario que nuestra mente ha identificado como real.  Y así continuaremos mientras que nuestro modo de vida aguante. Si alguna vez se derrumba, ya intentaremos arreglarlo. Quizás esta sea una de las razones por las que las corridas de toros siguen teniendo  interés para parte de la población.[1] En nuestro inconsciente, nos identificamos con un torero que, adornado con  bordados, corbatín, medias rosas y  plástica corporal inconfundible, es el gran embaucador  del toro, al que una vez y otra engaña con ardides no siempre convincentemente resueltos, pero precisos para, con la ayuda de sus subalternos,  conducirlo hasta la muerte. Al engaño, la sangre,  el peligro, la crueldad, el dolor, la agonía, la expiración... los teñimos de arte, belleza, fiesta, valor. El mensaje es claro: auto-engáñate y vence. Auto-engáñate y vive.[2] Asi queremos que ocurra en muchos lances de nuestra vida.



INTENTANDO ROMPER UN AUTOENGAÑO CON POCAS PALABRAS





                                          




                                  










                                                




 




                   

    
                                  
















LECTURAS
De repente, un chaval va y dice: «quiero ser torero» www.dipsanet.es/cultura/tauromaquia/TuSolo/Quierosertorero.pd

Trias de Bes, Fernando .La conveniencia de autoengañarse 
http://www.elpais.com/articulo/portada/conveniencia/autoenganarse/elpeputec/20060122elpepspor_8/Tes

Trivers L. Robert.  El autoengaño, ¿una adaptación evolutiva?

[1] En el año 2008 según la encuesta  Gallup, un 67% de españoles  manifestaba no tener ningún interés sobre este tema. Por el contrario a un 10%  le interesaba mucho  y a otro 22% algo.

[2] Cada año hay unos 17.000 espectáculos taurinos en España. Mueren toros, novillos. Por suerte apenas hay fallecimientos de toreros, banderilleros…

2 comentarios:

  1. Yo confieso, también me autoengaño, quizá sea una forma de buscal una felicidad "falsa", porque así nunca será ni libre ni combativa. Por eso, como pecador arrepentido hago propósito de enmienda, sabiendo que me autoengautoengaño de nuevo.
    En cuanto a las corridas (de toros), como en otros muchos temas tengo sentimientos cruzados: me gusta, voy a los toros a ver el enfrentamiento entre el hombre y el animal, aprecio el valor del torero, su dominio de una fuerza superior, pero desprecio su arrogancia, pavoneo; me sumerjo en el clamor popular pero me indigna el morbo, la sed de sangre; admiro la belleza del imponente animal pero horroriza su sufrimiento.
    Veo en los toros la idea griega por el destino, todos ( toreros, toros y públicpúblico sabemos el desenlace, pero nos engañamos en espera que esta vez la lucha por la vida sea justa y triunfe el mejor. Un saludo.

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  2. Hay que sentir el dolor ajeno como propio, como fórmula para vivir en un mundo mejor... Éticamente son aceptables todas las actividades humanas que no dañan a un tercero... aunque sea un animal ;)

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