lunes, 28 de mayo de 2012

ISLAS COMO VELEROS


A Villarta, isla en la que edifiqué mis tesoros y en la que me cultivo cultivando su jardín de almas.


Son los pueblos de la mancha islas en la que el tiempo se expande en un océano de pámpanas donde se sumergen el todo y la nada.  Islas sin puertos y diques en los que reparar las brechas de la historia pero en las que recalan piratas  de entre los “grandes” de España para acopiarse de tierras a las que, como a nosotros cercan con lacerantes vallas. Islas cuya grandeza horada la submodernidad  del  actual desgobierno de despojos madrileños. Islas, desde hace tiempo, con juventud de salir y regresar para ver a padres o  abuelos y pare usted de contar. Los pueblos de la Mancha son, gracias a impacientes visionarios, un archipiélago anudado por carreteras solitarias que van a parar al mar y el mar no es el aquí.

Por imaginar, imagino los lugares manchegos cuán islas muñidas como veleros, espacios de serenos horizontes bogando  al ritmo de  los nuevos tiempos, en los que su natural sosiego sea alimento  para la reivindicación como lo fue para quienes marcharon al corazón de Toledo exigiendo  que la salud no sea negocio ante los silencios de muchos, entre ellos, el de los villarteros. O como para los centenares de manchegos que recién ocuparon plazas en defensa de la educación pública y que los gobernantes, como todavía muchos de vosotros, os empeñáis en escuchar como silencio.

Tierras pegadas al suelo tripuladas por  gentes prestas a enfrentarse a la vida y al gobernante farfullero con la velocidad del viento. Tierras sembradas con ideas traídas de cerca o de lejos por manchegos marineros que no se esperan a que les caigan del cielo. Tierras que tiren por la borda el ponzoñoso equipaje del patriotismo pordiosero.  Tierras que se anclen y se desanclen sin  vahídos ni complejos. Tierras desde las que se llegue al cielo. Así las quiero, como no las quieren ni quisieron quienes cubrieron y cubren los días de la Mancha castellana con sus malas artes, castillejos de fuegos artificiales, discursos y bailecillos con los que  contentar a los ciegos.

miércoles, 23 de mayo de 2012

CUATRO HOY Y MAÑANAS



El Uno. Deambula en casa. Sale. Entra. Tiene un título colgado en la pared y en su imaginación que así no le da para vivir. Solo él sabe lo que cuesta su hoy y su mañana.  Se recompone entre cigarrillos y cañas que mendiga en casa y algún concierto de rock que se chuta en el corazón.

El Dos. Cobra paro. A veces pone copas. Vuela en su utilitario y ronronea amores de media hora. Veintitantos, graduado escolar, dos diplomas del INEM y a veces ve pasar el tiempo como lo hacen los viejos, con muchos silencios. Dice reirse del hoy y del mañana, aunque viendo su cara lo hará para sus adentros.

El Tres. Dos hijos. Desempleado sin ayuda, las minichapuzas le dan más ánimo que pan. Nunca ha comido mucho y ahora, por necesidad, menos. Sus carnes se encuentran a nivel de sus reservas dinerarias y las turbulencias de sus sentimientos le empujan a cruzar el límite de lo decente. Puede que lo haga hoy mismo. Entonces su mañana y el de alguno de nosotros será diferente.

El cuatro. Con veintitantos se estruja los sesos para aprobar sin estudiar. Fusila exámenes y trabajos. Es su tercera carrera, las primeras, sin finalizar. Aunque ni se lo piense ni se lo diga nadie, es un picaflor inmodesto. Un vivo, vaya. El perfil del intelectualillo provinciano que hasta ahora ha vivido de la política y nos ha llevado a la ruina. Por eso hoy no sabe cual es su mañana.

Cuatro presentes que comparten marihuana y fútbol. Cuatro presentes de mierda hacia un mañana...¿común?. El Cuatro y el Dos podrían acabar como el Uno y los tres, como el Tres, en la cárcel. Pero los cuatro ya son legión. Si continúan creciendo serán causa de revolución o de involución. Imagina cómo serían nuestros días...
                                                                                                                               Entre números.





miércoles, 9 de mayo de 2012

HOY LA HE VISTO


Catorce años. Melena turbia. Vulgar andar y vestir. Ordinaría coquetería  pero coquetería.  Se asomaba a la vida como quien se asoma a un balcón  esperando a ver quién pasa. Y pasó. Lo tenía a su lado. La llamó reina, la rodeó por la cintura y la cegó con un anillo de cientos de euros. Se encandiló con sus milongas y floreció entre sus brazos sin importarle que él proclamara su proeza orgullosa de llevar corona de mujer mientras sus compañeras aún se adornaban con diademas.  

De navidad a marzo, tres meses de reinado tras los que llegó el desencanto. Él quiso alargarle la falda y ser dueño de sus horas. La llamó  “eso” y le empujó hasta casi tirarla al suelo. Pero se sabía reina. Su boca escupió insultos a destajo y su menudo cuerpo jamás volvió a ser por él acariciado. Guardó el anillo en su diario y abrió otras páginas de amor  aunque de cuando en cuando le hiciese creer que le seguía interesando. Decía vengarse con ello aunque era el juego de una niña que halló en el gozar catorceañero el modo de ser algo más que la de más suspensos.

Hoy, años después, la he visto. Parece que por ella no pasa el tiempo aunque tal vez sea yo quien ande anclado en mis recuerdos y la veo como la veía confundiendo lo que veo. ¡Qué viejo me estoy haciendo!
                                                                                                            Diario de la escuela oculta
                                                                                                                                                                


En sus primeros besos soñó  con cielos y encontró barrancos.
Sus segundos besos  los entregó a otro potro que la perdió en el viento.
Los terceros los regaló a un pregonero de tres al cuarto que se hizo un hombre con ellos.
Para quiénes fueron los cuartos y  quintos, es un público secreto.
Por eso, porque tiene para vender y regalar,
la llaman la muchosbesos.