A Villarta, isla en
la que edifiqué mis tesoros y en la que me cultivo cultivando su jardín de
almas.
Son los pueblos de la mancha islas en la que el
tiempo se expande en un océano de pámpanas donde se sumergen el todo y la
nada. Islas sin puertos y diques en los
que reparar las brechas de la historia pero en las que recalan piratas de entre los “grandes” de España para
acopiarse de tierras a las que, como a nosotros cercan con lacerantes vallas. Islas cuya grandeza horada la submodernidad del actual
desgobierno de despojos madrileños. Islas, desde hace tiempo, con juventud de
salir y regresar para ver a padres o
abuelos y pare usted de contar. Los pueblos de la Mancha son, gracias a
impacientes visionarios, un archipiélago anudado por carreteras solitarias que van
a parar al mar y el mar no es el aquí.
Por imaginar, imagino los lugares manchegos cuán islas
muñidas como veleros, espacios de serenos horizontes bogando al ritmo de los nuevos tiempos, en los que su natural
sosiego sea alimento para la
reivindicación como lo fue para quienes marcharon al corazón de Toledo exigiendo
que la salud no sea negocio ante los
silencios de muchos, entre ellos, el de los villarteros. O como para los centenares de manchegos
que recién ocuparon plazas en defensa de la educación pública y que los
gobernantes, como todavía muchos de vosotros, os empeñáis en escuchar como
silencio.
Tierras pegadas al suelo tripuladas por gentes prestas a enfrentarse a la vida y al
gobernante farfullero con la velocidad del viento. Tierras sembradas con ideas traídas
de cerca o de lejos por manchegos marineros que no se esperan a que les caigan
del cielo. Tierras que tiren por la borda el ponzoñoso equipaje del patriotismo
pordiosero. Tierras que se anclen y se
desanclen sin vahídos ni complejos. Tierras
desde las que se llegue al cielo. Así las quiero, como no las quieren ni quisieron quienes cubrieron y cubren los días de la Mancha castellana con sus malas artes, castillejos de fuegos artificiales, discursos y bailecillos con los que contentar a los ciegos.