lunes, 28 de abril de 2014

El bar

En el disco-bar de mi sábado noche consumen unas horas de holganza mujeres de dieciocho a cincuenta, las más, de feminidad boterina  o velazqueña, envueltas en pintura y cremas, para, según el caso, engalanar o enmascarar su juventud o madurez, afán agradecido o innecesario en unas, baldíos en otras y de admirar en pocas. En todas, incluso en alguna tallada en distraída Candidez o Bobería, se atisban destellos de Luna, Estrellas, Guerra, Paz, Astucia, Maternidad, Fuego, Placer y Romance. Sus poderes, su fuerza. 
  
Cada cual con su Genio a cuestas, los hombres, por lo general, más uniformes y grises. Los estamos bajo el influjo del  Alcohol o del Fútbol, en algunos, de efectos delirantes; de la Caza, cruel y casi siempre innecesaria; del Campo, genio de estos lares aún un tanto rudo e inmovilista y del Aprendiz de hombre, deidad  que con suerte nos acompaña toda la vida y que como ninguno empuja  a los jóvenes a tomar la noche. También los hay huérfanos de Genio, que vagan de aquí para allá ofreciendo su compañía por el módico precio de una fugaz conversación o una palmadita en la espalda que huele a conmiseración pero que les sabe a reconocimiento.

De pared a pared, en cualquier dirección y sentido, viaja alguna que otra mirada, entre furtiva  y descarada, de Coqueteo y de Deseo, espíritus que pueden alegrar o endemoniar la vida; de Curiosidad,  daimon que tarde o temprano nos conduce al inevitable cotilleo, fuente no siempre denostable de conocimiento;  de Inocencia, entre quienes estrenan amor juvenil y en quién más o quien menos, de Tedio. Las hay también de Altivez en unos cuantos ojos cuasifascistas que se tienen por gente de bien y que detesto.  Sabiéndonos todos observadores observados, dispuestos en grupúsculos  en los que difícilmente se entra, tal vez porque nos conocemos, generamos un ambiente de tal discreción, de tan mansa calma, que los Vicios parecen haberse esfumado por algún tipo de encantamiento, aunque, yo, que como vosotros recibo de cuando en cuando la visita de la Intuición y el Adivinamiento, los vislumbro sobrevolando las bocanadas de humo, sembrando ardores e inquietudes en la imaginación de más de uno y de dos para quienes este sitio es la antesala de  lo que les traerá la noche.  Puesto que de deidades se trata, no sé si lo que digo que veo solo es real en la fábrica de mis pensamientos, por lo que silencio nombres y apellidos, si bien siento que estoy ante la puerta de sus misterios.  

Del disco-bar de un par de horas de mis noches de sábado, encuentro ausentes las Artes de la Frescura y el Atrevimiento, dos deidades que no hallan entre sus paredes en quién o quienes manifestarse. En él se exhibe la placidez de la Rutina, auténtica señora del lugar. En él sabes casi con certeza, a quien te puedes encontrar. En él, todos llevamos el uniforme de sábado. En él no se danza, se practica el abroycierropiernaderecha-abroycierropiernaizquierda. En él no se canta, aunque haya quien tenga motivos para ello. En él se bebe, pero no se brinda. En ese ambiente ebrio de convencionalismo, entre sorbo a sorbo, conversación y conversación, o, entre silencio y silencio, en ocasiones, soy presa del Ensimismamiento. Extraño poder el de este Genio, el único que en este lugar, tan previsible, me transporta hacia lo insospechado. Abandonándome al habla interior, sin esforzarme en construirlo ni comprenderlo, estoy-solo-en-mí, sin noción del espacio y del tiempo, durante segundos, hasta que me rescata una canción, un hola, un adiós o la dueña de mis afectos. En este lugar, me siento a  gusto, pero nunca  libre. Me doblega el Comedimiento, más no me importa. Por eso, la noche de sábado que salgo, vuelvo. Aunque en verdad cada vez lo hago menos.


miércoles, 5 de marzo de 2014

De ná.


El grupo de franciscanos mantenía un bullir calmo y confiado. El piel roja no había visto nada igual por aquellos lugares. Sin pensarlo, blandió el hacha y se abalanzó hacia ellos. Cogió por sorpresa al que tenía más cerca,  poniéndole el filo del arma en el cuello. En ese instante otro de los frailes cogió con su mano derecha el crucifijo de madera que llevaba al cuello y lo puso a la altura de los ojos del salvaje a modo de mágico parapeto. El indio soltó su presa intentando apoderarse de aquel objeto  que parecía tener tanto valor para su dueño.  Un par de tirones inútiles y quedose mirando durante unos  segundos el  pasmado rostro de su oponente que no acertaba a decir palabra. De pronto la situación dejó de resultarle sugestiva, soltó la cruz, dio media vuelta y marchó en busca de sus compañeros de tribu,  de los que unos momentos antes se había apartado. Quiso la suerte que algo más adelante encontrase dos mujeres blancas contemplando el paisanaje que se extendía  ante sus ojos. Una de ellas lucía un peinado llamativo por lo acusado de su volumen. De inmediato pensó en  apresarla para exhibirla como trofeo. Cuando se disponía a ello, la dama sonriendo le dijo:

-¡Qué bien vais!...

Le devolví la sonrisa, le rocé el pelo con el hacha, le dije: “Mí, querer tu cabellera” y di media vuelta. Ella: una vecina del pueblo. Lugar: el baile de carnaval… ¿De carnaval? … A mí alrededor deambulaban personas portando un vestuario no habitual pero con el mismo espíritu que si hubiesen estrenado  modelito nuevo, esperando que les diesen con la mirada o la palabra el visto bueno a lo que llevaban puesto.  Pasé la noche entre soldados romanos, avatares, sevillanas,  sin que sintiese ni notase nada especialmente distinto a si todos hubiésemos estado en vaqueros. Por estos pagos, el carnaval  ha devenido en unas simples jornadas de disfraces "educadas" y consumistas.  Se esfumó la trasgresión, el cuestionamiento del orden establecido. Una jovencita disfrazada de paquete de palomitas, que pasea con las amigas de siempre, bebe lo de siempre, habla con los de siempre o con alguien “nuevo” pero de la misma manera que lo haría pasado mañana… ¿A qué juega? ¿Qué simula? ¿Qué insinúa? ¿Qué muestra? … ¿Y las “princesas” de los ochenta, de los sesenta o del siglo pasado que procesionan en los  coloridos pero insulsos y oficialistas desfiles de nuestra tierra?  He dicho ellas, pero donde lo he dicho poned también ellos. 

Tras mi no escaramuza con la dama de exuberante cabellera, bebí dos cubatas, bailé el “Paquito chocolatero” y  todo el popurrí de las orquestas que animan los bailes de pueblo y hasta cerca de la madrugada, al igual que el resto de los asistentes, hice como que estaba de carnaval. La simulación de la simulación. Un ná. 

martes, 4 de febrero de 2014

En pretérito imperfecto.


Era el día grande de las fiestas patronales. Envueltos en la atmósfera sacro-trágica que creaba el organista, los fieles no daban crédito a lo que veían.  Del camerino de la Santa Patrona brotaba una densa nube de incienso entre la que se vislumbraba al nuevo párroco, que en un ritual casi mágico, despojaba a la imagen de su ostentosa corona mientas decía: “Esto no es la Virgen”.  

-“Esto no es la Virgen”, proclamaba retirando de la imagen el afiligranado manto.  

-“Esto no es la Virgen”,  repetía quitándole las puntillas.

-“Esto no es la Virgen”,   entonaba retirándole la peluca.

-“Esto no es la Virgen”,  insistía dejándola sin vestido.

Los iniciales murmullos de sorpresa, tornados sobrecogido vocerío, se ahogaban en un grito mudo en el momento en que el sacerdote, levantando por encima de su cabeza la desnuda estructura metálica rematada por un sencillo busto a que había quedado reducida la imagen, estremecía a todos con un último y rotundo: “Esto no es la Virgen”,  salido de lo más profundo de su profundo ser.

Acto seguido, el monaguillo, portando los accesorios y el ropaje en un perchero, y el sacerdote, sosteniendo el busto a la altura de sus ojos, abandonaban el camerino, descendiendo pausadamente por la escalera lateral que desembocaba en el altar,  en una especie de comitiva funeraria que se hacía eterna. Como muestra de ceremonia milimétricamente preparada, a la par que ambos ocultaban tras la sagrada mesa los objetos que portaban, la hornacina, ahora vacía, quedaba a oscuras. Extendiendo los brazos, frente  a los feligreses, el párroco exclamaba:

                  “Lo esencial es invisible a los ojos”  

Entre la ira y el llanto contenidos de muchos, algunos susurraban: “Ciertamente es el día de la Virgen.” Para mis adentros dije : " Ni hoy, ni mañana, ni pasado. Los cuentos, cuentos son".


viernes, 10 de enero de 2014

La poda

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Todo acto es nada hasta que lo diseccionamos.

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Un desayuno ligero en casa y siete minutos después,  en la viña.  Es una mañana blanca.  A  escasos trescientos metros diviso cinco hombres en corro. Son cazadores desayunando.  Se toman el domingo de amigotes entre comida, bebida y muerte.  Mientras sus mujeres estarán preparándose para ir a misa, ellos se encuentran inmersos en los ritos de la religión de la caza. La diferencia reside  en que ellos van a por la pieza mientras que ellas  han caído en las redes de una iglesia de la que no pueden ser sacerdotisas. Para ellos el Reino está en las  siembras, vides y olivos,  y en el momento de cobrar la pieza se sentirán como Dios, dueños y señores de  la vida de los campos, de ahí que prefieran este templo natural al otro aunque estoy seguro que esos cinco ni sus mujeres lo han pensado.  

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A poco se van. No queda nadie más que yo en estos parajes. La soledad ociosa en la naturaleza  conduce a la calma pero sobrellevar la soledad diaria del jornalero  precisa fortaleza de espíritu. A los quince años aprendí a realizar la poda en vaso y doy fe de que realizarla durante horas, en solitario, en líneos de cepas que se tornan infinitos, conduce a momentos de desánimo en los que aparece  un fuerte deseo de abandonar la tarea. Un amigo de la familia reputado “podaor” y ya desaparecido, cuando decidió a los setenta y pocos años poner fin a su vida laboral tras sufrir un par de vahídos en mitad del campo,  me dijo:

-Llegó la hora, Juan. ¡Tanto trabajar y trabajar ¡ …¡Y solo!, ¡siempre solo! 

Me conmovió. Me reconocí en su lamento. Porque aún más agotador que el trabajo físico resulta enfrentarse a los propios demonios. En la soledad del hombre de campo, a diario inmerso en un medio percibido en ocasiones protector y en otras inquietante,  ante la imposibilidad de mantener durante horas la atención continua en la misma actividad y establecer comunicación interpersonal, surgen de tanto en tanto soliloquios silenciosos en los que se intercalan reflexiones, recuerdos, tareas pendientes, proyectos, pero  también,  descabellados y turbadores deseos sobre la vida y la muerte que afloran  inesperada y desordenadamente. Ideas nunca antes conscientes que brotan del  uno mismo desconocido, insospechado. Eros y Tanatos  en toda su potencia. En campo abierto la posibilidad del autoconocimiento, el camino hacia la individuación. El premio al duro ascetismo agrícola, recompensa  “escondida” de la que no se habla. Sucumbir a ellas conduce a la locura; reprimirlas, a la inmoralidad del moralismo y la intolerancia; ignorarlas es una traición a la honestidad. Tan solo  quienes las analizan e integran optan al fruto de una acción que, curiosamente, les llevará a transitar por el solitario a la par que gozoso y tormentoso conocerse. La sabiduría del  hombre de campo no es gratuita.  Por eso son tan pocos los elegidos.

Situado en la primera cepa de un líneo que se me antoja infinito, escudriño la tarea que me aguarda y cuya máxima motivación es la conservación de la pequeña herencia familiar. Comienzo. 

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Lentamente voy destejiendo el entramado de sarmientos de cada cepa. Me abstraigo en uno de esos juegos con los que procuro hacer más llevadera la faena aun a sabiendas que dicho empeño me castigará con una dilación de la misma. Intento averiguar cuáles son los mecanismos y automatismos mentales que hacen posible que pode, pero si me pregunto  qué es lo que estoy sopesando en este momento para elegir el siguiente corte dejo de pensar en las variables a considerar y mis brazos se detienen en seco.  No puedo pensar sobre lo que pienso al mismo tiempo, es decir no puedo observar en tiempo real lo que hace  mi cerebro porque soy lo que hace mi cerebro y si soy lo que hace mi cerebro no soy “algo” que está en él…¡Ah amigos creyentes!... ¿Qué me decís ahora del alma?  …

La introspección es un conocimiento en diferido e imprescindible. Es indignante que el autoconocimiento no figure de forma sistemática en el currículo escolar.  A los alumnos los analizamos desde fuera y hacemos que en cierta medida interioricen nuestra valoración sin proporcionarles estrategias para autoanalizar su actividad interior ni exterior. Una colonización psicológica en toda regla, una falta de respeto imperdonable en un educador.  ¿Y yo? …¿Cómo – lo - hago - yo? Hay reflexiones que matan la autoestima y ésta es una de ellas. 

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Las horas pasan y la viña va tomando otro aspecto. Sin podar la parcela parece un lienzo rayonista de Larionov, sin sarmientos los líneos resaltan en el paisaje como sugerente puntillismo minimalista. De vez en cuando me pongo en pie para contemplar la transformación. Entre tanto le he dado vueltas a la posible existencia de un algoritmo que refleje el proceso de decisiones que sigo en la poda, una tarea que consume en exceso mi atención y que desecho y "regresa" una y otra vez. Posiblemente sea un mecanismo distractor para descomprimir la tensión que me origina estar aquí. Miro los sarmientos en las esmantas y suspiro, no muy hondo, pero suspiro. Miro al sol de la mañana blanca y respiro, ahora sí, profundo. Miro hacia el pueblo cercano y decido marchar. Un último vistazo a las vides hoy podadas. Me encojo de hombros. No son muchas. A este ritmo, terminar la viña me llevará más tiempo del que deseo. El tiempo es oro pero como decía Séneca: “la vida se divide en tres momentos, el que ha sido, el que es y el que será. De ellos, el que ahora recorremos es corto, el que vamos a recorrer es dudoso, el que hemos recorrido es seguro. El pasado es el único de los tres que no está sujeto al azar y su “posesión es perdurable y sosegada”.  El de esta mañana lo doy por bueno, gastado entre pensamientos de poda y la poda de pensamientos.



viernes, 29 de noviembre de 2013

¿Hasta cuando?

En los pueblos de la Mancha la crisis político-económica se vive de “cierta manera”. Hacemos “como” si no existiese. Actuamos como si no hubiese parados, afectados por las preferentes, desahuciados, dependientes con escasa o ninguna ayuda, centros educativos y hospitales noqueados por los recortes, clientelismo político, vergonzosa manipulación informativa, indecencia gubernamental, favoritismo hacia quienes llevan el carnet del PP en la boca (ahora es el que toca), fraude político y económico, alcaldes o alcaldesas sumisos y vendidos a de Cospedal, jóvenes sin futuro, gente que pasa hambre…Por eso en la Mancha las huelgas apenas se secundan, las manifestaciones se convocan en contadas localidades y peor aún, una exigua minoría hace públicos sus posicionamientos ante los problemas locales, autonómicos o nacionales. Como hijos de paisaje horizontal,  de llanura replicada a si misma a cada paso, de campos que mimetizan lo diferente en lo uniforme, ni vemos ni queremos que nos vean. Implantados en una inmensa planicie que suscita más que serenidad, quietud, ponerse en pie e iniciar la marcha supone quedar al descubierto y eso siempre es peligroso. Hay una línea apenas perceptible entre la precaución y la cobardía y la inmensa mayoría somos cofrades de la segunda. En una sociedad tradicionalmente agraria y católica se vive en el temor al Señor del cielo que puede arruinar caprichosamente la cosecha y a los Señores terrenales que la pagan como les viene en gana. Generación tras generación hemos crecido con ese miedo como primer plato y la resignación de postre, haciendo del silencio ante el poder un rasgo distintivo de nuestra identidad colectiva, un comportamiento mediante el que pretendemos hacernos invisibles, infantilismo imposible propio de una sociedad inmadura, porque... los silencios hablan. Aunque hagamos como que no, olemos a crisis en nuestras mustias calles y en nuestros corazones pues muchos somos a los que nos ha mordido. Como la mastican las desorientadas autoridades locales y su club de fans, en línea con las guías de actuación de su partido, responsable de la situación actual y que apenas tienen otros recursos que utilizar la estrategia escapista de generar artificiosos momentos de felicidad, recuperando gigantes y cabezudos , “reponiendo” en valor batallas de flores, zagalillas, reinas de fiestas - ¿reinas de qué?-, reliquias todas ellas de un pasado que la memoria engañosa disfraza de idílica placidez inexistente como si nuestros hijos y nietos tuviesen que conformarse con vivir lo que nosotros en su momento vivimos,  o incitando al consumismo del pobre, pero consumismo –semana del vino, jornadas de tapas…- mostrando su ignorancia acerca del papel fundamental que el mismo tiene en la crisis. Tarea inútil. El mal está ahí, en nuestra concepción del mundo. La resignación no basta; el temor angustia; la insolidaridad empobrece; el mimetismo cultural aliena; el escapismo festivo-cultural de baja intensidad al que asistimos una y otra vez es flor de un día; el individualismo a ultranza crea amos y esclavos. ¡Basta! ¡Otro mundo es posible! El neoliberalismo económico, ejecutado sin contemplaciones por la derecha en la Mancha y el resto de España, nos trata como mercancía de la que aprovecharse y se ha quedado sin argumentos humanitarios. La mayoría de nosotros somos sensibles al dolor, alegrías y necesidades de los otros y disfrutamos cuando compartimos y nos ayudamos. Solamente desde la fuerza de lo común, de la ayuda mutua pueden crearse estructuras que hagan posible, COMO DERECHO, el desarrollo de TODAS las CAPACIDADES (intelectuales, afectivas y SOCIALES) de CADA uno de nosotros. Pero  organizar la sociedad para hacerlo posible NO FIGURARÁ NUNCA en una ley educativa de un gobierno de derechas porque atenta directamente contra el capitalismo -como ejemplo reciente tenemos la LOMCE del PP -  aunque tampoco confío para semejante empeño en las actuales fuerzas políticas “de izquierdas”. Sólo desde el esfuerzo común no sujeto a la mercantilización y a la eficiencia, sino a la EFICACIA en la prestación universal se puede articular la atención sanitaria de calidad a TODOS los ciudadanos y la ayuda a las personas dependientes. Tampoco será ese el objetivo de la derecha neoliberal porque les hurta posibilidades crematísticas. Los dos derechos enunciados –educativo y de la salud- se han ido concretando entre nosotros merced a una mayor CONCIENCIA DEL VALOR DE LO PÚBLICO fraguada al calor del avance económico y cultural acaecido tras la segunda guerra mundial, con unas clases medias cada vez más amplias, formadas y exigentes para con los deberes fiscales de los ricos o lo que es lo mismo, limitando el margen de acción de los capitalistas y abriendo el camino hacia la SOCIALIZACION de bienes y servicios. Los capitalistas vieron claro que su privilegiada posición era incompatible con la progresión hacia el estado de bienestar y así desde los años 70 del siglo pasado la derecha se puso a trabajar para desprestigiar lo público y sus esfuerzos propagandísticos han surtido efecto. Nos ha infectado del virus del individualismo y la competitividad o lo que es lo mismo, de egoísmo y consumismo. El deseo de consumir se ha instalado como un derecho de facto. Podría decirse que “mi derecho a tener, a consumir, está por encima de tus derechos como persona”. Por eso no nos importa comprar  objetos fabricados a costa de la explotación de niños y trabajadores, ni que los comercios permanezcan abiertos a todas horas a costa del aumento de la jornada laboral de quien los atiende. La derecha neoliberal, a cuyos planteamientos económicos se fueron sumando los partidos socialdemócratas mientras nos engañaban como a bobos socializando calderilla, nos tiene cogidos, no los güevos, sino el cerebro y urge desinfectarnos antes de que sea demasiado tarde, porque ya tiene a su disposición recursos financieros, propagandísticos, tecnológicos y militares (ejércitos privados) como nunca antes los ha tenido para disponer de nuestras vidas a su antojo.

En la Mancha, las mejoras en lo que se denomina estado de bienestar no llegaron por movilización ciudadana sino por inercia de lo que ocurría en el resto del estado. Ni nos significamos para que llegase ni lo hacemos cuando ahora nos lo desmontan. ¡Inmutable Mancha en cardiograma plano! A nuestro mar de viña baja llegó el virus neoliberal de  la espaldera atestada de uva “competitiva”, que enmaraña de alambre los campos, los envenena de herbicida y los despuebla de vendimiadores. Comienzan a asomar por entre nuestras pagos setos de olivares superintensivos condenados a muerte en plena juventud. Aparecen grandes extensiones de ajos, tomates y pimientos, creando un paisaje verde de temporada, de un verde oscurecido con el sudor sanguinolento de quienes los recolectan por sueldos y horario de esclavos. Convivimos a diario con paisajes que nos “convencen” de que la explotación es la única realidad posible sin que nos paremos a pensar que sus diseñadores en Bruselas y España lo han hecho a conciencia  y nuestro identitario mimetismo silencioso les facilita la tarea.

¿Hasta cuándo?  No tengo respuesta. Probablemente, seguiremos como hasta ahora, dejándonos llevar, al menos durante una o dos generaciones más. Salvo los que nos gobiernan desde el BOCM y los que en los diferentes niveles de la administración actúan como ellos, la mayoría de los manchegos somos decentes, o mejor diría decentemente indecentes, capaces de reconocer nuestros renuncios en las distancias cortas, en lo cotidiano, pero nos perdemos un poco más allá de lo inmediato de la misma manera que apenas percibimos con nitidez la planicie a lo lejos. Hay que aguzar la vista, nuestra llanura se presta a ello. Hay que desobnubilar el entendimiento, tomar conciencia de algo que ya decía en el siglo XVI Bartolomé Leonardo de Argensola, que el casi infinito cielo azul extendido sobre nosotros ni es cielo ni es azul, y  que si nuestro llano se desertiza es porque se desertizan nuestras mentes. Pongámonos en marcha, hagamos constar que podemos ser mucho más que vino, queso y el decorado de un ficticio personaje cervantino que nunca ha sido nuestro.

Ya sabéis dónde estoy. En mis esperanzas os tengo. 


viernes, 27 de septiembre de 2013

Amistad

Amistad. Nunca me he cuestionado su significado y aún no sé por qué lo estoy haciendo ahora. Jamás me había detenido a pensar en profundidad sobre cómo son mis amigos. Entre mis preocupaciones no ha figurado la de hacerlos como tampoco la de mantenerlos, están mientras que están.  Llamo amigo a quien tiene la virtud de conocerme y sabe que soy manantial sobre el que no debe hacer el menor intento de encauzamiento ni de sumergirse a su antojo en las profundidades de las que emerjo. Llamo amigo a quien de mis aguas no bebe más que  las que generosamente le prodigo, saboreándolas en su justo término, cuidándose de alabarlas en exceso y de ensuciarlas con sus pensamientos. Llamo amigo a quien está atento a mis sequías y  desbordamientos  por si precisara recarga o  diques para contenerlos y avizora los campos por los que discurro por si hubiese de prestarse a abrirme, allanarme o vedarme senderos. Llamo amigo a quien es viento que me abrava, brisa que me refresca y estanque que me  remansa, y llegado el caso, defiende mis aguas ante terceros o se baña en ellas sin importarle lo que digan, cuestión nada baladí en un pueblo pequeño como el mio, un altruismo sólo al alcance de los que en verdad me estiman.

Siempre he vivido la amistad sin idealizaciones ni apasionamientos. Los amigos vienen y se van sin que pise el acelerador ni oponga resistencia en un transitar que apenas me supone coste afectivo. Su llegada es alegría, dejar uno en el camino me resulta fácil, sucede con un simple  “clip”, un desenganche instantáneo e imparable de una fuente carente de energía. El ya no amigo representa lo consumido, lo agotado, lo que ya no soy. Ya no estoy con él en sus inmoralidades ni en sus virtudes,  de las que reniego por excesivas o insignificantes. El adiós llega mudo, inevitable. Ya no es ni amigo ni enemigo, es nadie.



viernes, 13 de septiembre de 2013

Ilusorio empeño

Busqué entre los más bellos poemas
aquel con el que poder decir cómo te quiero,
más ninguno me sedujo como tú me tienes prisionero.

Busqué el verso más hermoso,

aquél con que decir cómo te siento,
más ninguno te alcanza a ver cómo te veo.

Busqué la palabra más sublime,

aquella que te llevase donde me lleva el roce de tus dedos,
más no la hallé.

Busqué mal, ilusorio empeño.


Es mi mirada en tu mirada ese poema 

en el que a diario nos besamos al leerlo.
Tu caricia en mi caricia 
el verso siempre nuevo de tu cuerpo 
El susurro silencioso de tu nombre
el verbo que me pierde 
y te enajena.

Yerra 

quien intenta 
atrapar
el amor
en un poema.

Amar

es el poema.