jueves, 3 de noviembre de 2011

Cambio de ropa

Se avecina frio, y hoy, desempolvando ropa de invierno y enfundando la de estío, he sentido  entre prendas y zapatos, la sangría de los años. He tirado sandalias con las que anduve a tu lado y  que me llevaron a  cielos de verano en los que bailé contigo. Aún así, rajadas y rotas, seguían siendo hermosas. Pero las tiré, como se tiran recuerdos al olvido, sin querer y para siempre.

He desechado la camisa de lino azul pálido, aquella que me recogía en kilos y en años. Aquella que en un descuido sieteé el día de su estreno, pero que las manos de tu madre remendaron tan bien y con tan fino hilo, que el zurcido se dejaba ver como dibujo del lino.  Pero hoy, ajada y abierta en los bajos, muere, como moriremos nosotros,  convertida en trapo.

Prendas.  Compañeras efímeras devenidas con el tiempo en baratijas de desahucio. Con las que nos vimos, con las que nos vieron, con las que fuimos, con las que ya no somos ni queremos serlo. Algunas, reliquias del por si acaso, del por si alguna vez me lo pongo, dormitarán en cajones esperando volver a cubrir la piel de su propietario. Terminarán hibernando  en un baúl,  fosa común  de fósiles entelados. Tesoros de diminutas islas en  las que se  adentrarán los hijos y los nietos. Improvisada y sorpresiva mena de la que extraer material con el que forjar, año tras año, fantasías de carnaval.

Pero es en el alma,  armario de todo tiempo, donde se cobijan las mejores de ellas,  las ropas de sentimiento.  Las del primer desnudo. Las de la boda. Las del primer beso. Las de los partos. Las de los padres. Las de los abuelos…   Ropas impregnadas de olor a vida,  de emoción, de estremecimiento.  Prendas teñidas  de amor.  Del amor que es entrega, dedicación, tendencia, pasión, agitación, vibración, sacudida, conmoción… Del amor-acción que no es  sumisión ni fácil consentimiento. Pero no es esa, no, la ropa que nos venden con la etiqueta de amor en el supermercado de las ideologías y de la  religión, las vías del adoctrinamiento. 

Hoy… vacié el armario de ropa de verano y lo llené de la de abrigo.  Si fuese cierto que desechamos prendas  como desechamos defectos, me los quedé casi todos. Los  seguiré vistiendo,  como lo hacéis vosotros, incapaz de vivir desnudo de cuerpo y de pensamientos.

Llegará el frio, al que espero con pocas armas: estufa, café y  sopa calientes, cuatro paredes y un techo,  la corteza de los años y al abrigo de los míos… tres, cuatro o cinco.





1 comentario:

  1. Que sepas que me has emocionado. Al igual que la ropa, también dejamos en el armario del tiempo a personas que queremos; pero debes saber que yo la más de los días me visto de ti y salgo camino del NY de La Mancha para zambullirme en eso que llaman proceso de Enseñanza-Aprendizaje.No cambies, sigue evolucionando. Un abrazo, maestro.

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