domingo, 15 de enero de 2012

Presencias

 "Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, por un instante en el paraiso".
Jose Luis Borges.







En la calle, silencio que agudiza los sentidos. No se escuchan ni mis pisadas. El aire, dorado al sol de la tarde, envuelve, acaricia y se deja acariciar.  Me diluiría en esa atmósfera  si pudiese. Creo flotar.  Un  placentero sopor me invade mientras mi cuerpo se debilita lentamente, exudando chorros de energía. Algo parecido debe ser morir, un irse sin resistirse a no vivir.  En mi gozoso estado  diviso,  al fondo, una niña con abrigo rojo en una bicicleta roja. No es caperucita, es peor, bien lo sé, pues la conozco. Se acerca. ¡Hola Juan! Su voz  se expande y diluye a la par que mi conciencia acentuando la  magia de la tarde, repentinamente rota por  las cinco campanadas que escupe la torre del ayuntamiento.


Tras ellas, de nuevo silencio y ante mi vista, nadie. En el expansivo estado de  conciencia en que me encuentro,  sé que no estoy  totalmente solo. En las calles de mi pequeño pueblo, las casas tienen  nombre y apellidos y son lugar donde coches y fachadas delatan y esconden presencias.  

Así, dejo atrás una fachada ajada, la más deteriorada de la calle y que parece resistir, indiferente a su apariencia, en espera de sucumbir junto a su dueña. Todo lo que ha podido ser, lo ha sido. Mampara de piedra y un cristal tras el que su señora, sin duda me ha visto pasar y ha dicho...¿A donde irá....?...Presencia.

Andando por la acera de la casa de las Consuelos llego ante otra  de cemento gris, más nueva. Aunque poderosa y recia, siempre se me antoja  a punto de derrumbe. Ha  guardado una familia, un negocio, una “mezquita”,  ratos de pandilla juvenil y lo que venga. A todas luces proyecto  inacabado, sus dueños, por duros avatares de la vida ya no se albergan en ella. Siempre que la bordeo percibo su ausencia... Presencia.


Avanzo. Aunque en rigor no lo es,la llamo así, el rincón de Cirilo, compañero. En su última remodelación  tornó del gris al amarillo, a saber si como la vida de sus dueños. Tras su aparente mutismo, bulle un pertinaz lector, indagador de  curiosidades y caminante mañanero. Estará devorando un libro, rumiándolo para sus adentros. Cuando lo vengo a buscar, está…Presencia.


Más abajo, “el palacete”. Construcción formidable, la reina de la calle. Hubo un tiempo en que anhelé una casa así. Un pecado de  deseo en el que no caí porque ni pude ni quise. Tal vez por eso me gusta y me incomoda. Hermosa y ostentosa, resguarda  a tres  de  los pocos infantes de la calle que, a estas horas estarán dormidos o desperezando de la siesta. Presencia.


Al final, el “núcleo” comercial, una tienda hoy no abierta y cuyos ventanales demandan mi atención no siempre dispuesta a lo que ofrece. Cuando la rebaso, procuro avivar el paso. Voy a lo que iba y  hago  tarde. En mi trayecto, sigo "solo". Avisto la plaza mayor, el corazón del pueblo. Envuelta en el resplandeciente aire de estas horas, es "otra" y me detengo. Así, sola, de todos y de nadie, entre vaporosos rayos de sol, sin serlo, parece una postal de cuento. A veces la belleza está tan cerca… 

Dos coches y un chiquillo con un perro ponen fin al encantamiento. De regreso, calle arriba recuento ...presencias.





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