Vídeo alusivo a la acción que miembros del movimiento
"Que le den a la troika" llevaron a cabo el pasado día 1
de los corrientes en el parlamento portugués interrrum-
piendo al primer ministro Pedro Passos Coelho.
A los primeros
ministros no se les puede cantar en el parlamento una canción que habla de
fraternidad. A los primeros ministros hay que pagarles un palacio en el que escriban
leyes para dejarnos sin techo, sin trabajo o sin dignidad porque es su deber. Está
por llegar el mandatario que no viva en palacio. Los palacios engendran
delirios de grandeza, hace sentirse magnos a peleles y tientan y envenenan a
las buenas gentes. He llorado al ver éste vídeo. “El pueblo es el que más manda”.
Unas decenas de portugueses enfundados en su uniforme de dignos ciudadanos hicieron callar unos minutos al mico de “su” presidente,
títere de las milicias del capital. Un placer. Y un dolor verles abandonar el
hemiciclo sin poder terminar su cántico. De buena gana hubiese unido mi voz a
la de ellos. Los parlamentos se han convertido en cementerios de versos, en fosa
de ideales. Como nuestros pueblos manchegos. En mi estado de consternación he tenido un
momento de evasión imaginativa. Me he supuesto viviendo una situación semejante
a la del hemiciclo portugués en Toledo, en Madrid o en “mi” Ayuntamiento. Pero ¿con quién embarcarse en algo parecido? Intentado
poner cara a mis posibles acompañantes de entre las de mis hermanos, familiares,
compañeros y amigos, mi mente ha permanecido en blanco. Soledad sentida. Nuevo
dolor y nueva lágrima.
Una evasión peligrosa. En
situaciones como ésta te piensas un ser mejor que los demás cuando en realidad estas forjado del mismo barro inmovilista. Un ingenuo mecanismo compensatorio del sentimiento de culpabilidad o de
debilidad que conduce a la autocomplacencia y a la inacción. El compromiso se hace visible en lo cotidiano y lo cierto es que la comodidad
más que el miedo, me tiene agarrado por los genitales. Pero desde dentro algo
me está empujando a tener que dejar de ser el figurante más o menos brillante
en el espectáculo social y cuyo momento álgido interpretativo es el de dar
palmas o pitidos a los actores principales. Hacerlo u obviarlo es el problema. Quien
conoce los entresijos del poder sabe que los poderosos, de forma más o menos
encubierta imponen su tiranía. Nuestras mercadocracias a las que eufemísticamente se denominan democracias son claro ejemplo de lo que digo. Aunque, en verdad, el pueblo es el que más manda. Habitualmente deja hacer a los tiranos pero en ocasiones envía a sus hijos a luchar contra ellos. ¿Por cuál de las dos opciones nos estamos decantando?
Ada Colau, sus compañeros de la PAH y muchos de los organizadores, detenidos y apaleados del 15M o el 25S
han vertido y verterán lágrimas distintas a las mías forzando su presencia en
el escenario como protagonistas. Ellos no se han detenido en el
autoengaño sensiblero. Su mensaje es nítido, si se quiere, se puede. A
cualquier nivel, en cualquier ámbito. Lo difícil es dar un primer paso, después
no hay marcha atrás.
Quisiera ver en nuestra tierra Grândolas con encinas centenarias bajo la que jurarnos luchar por la dignidad social. Portugal nos ha legado, más allá del
contexto en el que surgió y de su valoración artística, una canción para la siempre pendiente revolución por la fraternidad y aunque la música alimenta la voluntad de los hombres, me da que desde entonces no nos hemos nutrido de
su espíritu lo suficiente.
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