miércoles, 8 de febrero de 2012

TIEMPOS PARA LA DESOBEDIENCIA



Siempre me he preguntado por qué obedecemos o somos obedecidos, porqué otorgamos a alguien poder  sobre nosotros o  porqué nos lo otorga otro sobre él. El poder del poder.

La vida en la tierra es una manifestación de poder.  El de las tierras. El de las aguas. El del viento. El de la hembra que se preña. El del depredador. El de la inteligencia.

Nacemos. La vida nos embarca  a cada cual en una nave familiar cuyos capitanes procurarán desde el primer momento nuestra sumisión con el fin de hacer más llevadera la alteración que en su existencia produce nuestro advenimiento.  Sus instrumentos: el gesto y la palabra.  Mediante el verbo y el cuerpo  se direcciona el hacer del niño, se le indica lo que debe hacer en su familia, en la escuela, en las asociaciones…En liza dos voluntades, la del adulto que dice y la del niño que escucha. El primero administra a conveniencia fuerza, sustento y afecto   como premio o castigo para conducir al segundo a la obediencia. Si  reiteradamente el niño satisface sus necesidades cuando  se ajusta a lo que se le dice,  cuando “es bueno”,  queda condicionado a ella. Constatar en los sucesivos círculos en los que se desenvuelve, conforme va creciendo, la “santificación” social  de los obedientes, no solo le convence de la bondad de obedecer (reconocimiento social, evitar el castigo o la imposición de  penas o condenas), sino que le hace CREER en la necesidad de hacerlo para  ser  como se debe ser.

Las normas que constituyen el espacio moral identitario de un grupo social conllevan autoridad la cual se transfiere a las instituciones encargadas de que se observen. Así, a la presidencia de un club, de un país, se le debe obediencia y por ende a la persona que la regenta. Lo sé por experiencia propia. Cuando era director de un colegio, en determinados asuntos, se me hacía caso, mientras se ignoraba lo que yo opinaba sobre los mismos cuando era un simple maestro. En este proceso de transferencia, la obediencia a quien ostenta el cargo se desliga del origen de su autoridad que no es otro que velar por  la observancia del recto proceder. El experimento de Milgram de 1.963, replicado años después,  es totalmente clarificador en este sentido.  Al jefe se le obedece por la mayoría aunque sus órdenes  supongan un comportamiento cruel que atente a la dignidad y la vida humana. Las masacres realizadas por los ejércitos a lo largo de la historia dan cumplida fe de ello.

Exigirle obediencia a una persona supone obligarle a renunciar a su libre voluntad. Pero cada hombre o mujer tiene su “querer” y en muchas ocasiones su razón le proporcionará argumentos para transitar por el camino  “que no debe”. Siempre ha sido, es y será así. En ocasiones hacemos “de lo hecho pecho” y afrontamos la responsabilidad de nuestro comportamiento transgresor, en otras  intentamos evitar mediante justificaciones, ocultaciones, mentiras…el correspondiente castigo. Por experiencia, todos sabemos que no existe  la “rectitud” total y consideramos hasta “lícito” un margen de inobservancia de las normas, costumbres o leyes, lo que nos proporciona cierto grado de bienestar psíquico como compensación o autoafirmación efímera ante nuestro habitual sometimiento. Este margen forma parte estructural del concepto de obediencia socialmente asumido, sobre todo en el ámbito de la privacidad, ya que en el del espacio público tendemos a la defensa del falso purismo.
 
Mientras que una amplia mayoría social comparte un discurso considerado recto y los responsables de las instituciones actúen en consonancia con él, la cohesión grupal está asegurada. Pero en las sociedades masificadas  actuales, existen multitud de grupos en los que  el   cómo –se – debe–ser-y-actuar se concibe de forma diferente. Los gobiernos forman mayorías parlamentarias que en muchas ocasiones, tienen un respaldo real de solo  el 25-30% del censo, lo que limita la aceptación de sus normas o leyes como fundamento de la existencia común. El “deber ser”  actoral de un conservador español (aborto, homosexuales, emigrantes, acentuado individualismo económico…), choca con la sensibilidad de la izquierda clásica o los nuevos movimientos sociales como el 15M  y viceversa. En contextos así, cada vez son menos las normas asumidas como comunes y más las que resultan extrañas o inasumibles para una parte importante de la población. Así por ejemplo la creencia en que todo ciudadano tiene derecho a un trabajo digno, se interpreta por los políticos neoliberales (conservadores y socialdemócratas) como una actividad que puede abarcar  hasta 10 o 12 horas, -exceso horario-  o bien tan solo dos horas, que junto al traslado desde el domicilio familiar puede suponer media jornada empleada en tan exiguo empleo. Por no hablar de los sueldos de mierda, considerados, a lo que parece, “adecuados”  mientras otros gozan de prebendas multimillonarias. Otro tanto podría decirse del derecho a la vivienda digna, del  derecho a una justicia justa (sobre todo si no tienes dinero), el derecho a una educación gratuita, el derecho a disponer del propio cuerpo…etc.   

Para el conjunto de ciudadanos cuyo planteamiento  identitario se encuentra excluido o ignorado por la actuación política neoliberal en países como el nuestro, los gobernantes  no son garantes de  un discurso RECTO  y pierden AUTORIDAD. Se ha abierto la brecha. El camino de la desobediencia se vislumbra, no sé si cercano, pero sí como posibilidad. Los ciudadanos que se encuentren sin ningún tipo de ayudas tendrán  justificación para desobedecer el orden  y robar. Los autónomos que no cobren de ayuntamientos u otros organismos oficiales tendrán la justificación perfecta para el fraude en el  IVA  y llegado el caso para negarse a pagar impuestos hasta que no se les dé lo que se les debe por no decir que podrían boicotearles de provisiones. La clase media, maltratada por las subidas del IRPF en comparación con el trato dado a las clases altas, podría plantearse la objeción fiscal. Los maestros podríamos negarnos a hacer funciones de bedel en tantos y tantos colegios, amén de otras medidas de resistencia pasiva que tomadas por el conjunto de funcionarios pueden  ser letales para cualquier gobierno, local, autonómico o municipal. Los ciudadanos de los pueblos castellano-manchegos podríamos negarnos a pagar los impuestos municipales mientras nuestros alcaldes y concejales no cambien su actitud de disciplinada  impasividad ante los incumplimientos dinerarios del gobierno Cospedal para con la tesorería municipal, los recortes en los colegios y centros sanitarios públicos a la par que se anuncian nuevas ayudas al sector bancario.

Lo dije hace tiempo. Los políticos en el poder están dando coba a sus "chaches" bancarios para que puedan salir a nuestra costa del bache en que nos han metido y conducirnos, en nombre de la competitividad a tener los sueldos, horarios y derechos de la china comunista. Mientras tanto, nosotros,  condicionados a la obediencia,  viéndolas venir. Con más miedo en el cuerpo que vergüenza por lo que pueda pasar y ellos con una desvergüenza que se les sale del cuerpo. Thoreau y Gandhi dieron ejemplo. Son tiempos para condicionarse a la desobediencia.

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