lunes, 30 de abril de 2012

El sin vivir de vivir (II)


El afecto.

Quien hace algo por mí bien, aligera mi desgaste por vivir, mi sufrimiento, en una muestra de su afecto.

Cuando hago algo por tu bien, lo hago, amigo, conocido, compañero…  porque es mi voluntad  tenerte en mi tiempo y mi pensamiento para darte, comprenderte, respetarte, alegrarte o agradarte aunque tenga que pagar el precio de mi esfuerzo. Afecto.

Dar y recibir, el juego de la vida en el que nadie, sin resentirse, puede dar más de lo que recibe. El afecto tiene su contabilidad. El déficit afectivo conduce a la quiebra personal, al desorden cerebral  y a la enfermedad. Por eso rompemos relaciones que suponen una sangría de afecto, para sobrevivir. No hay entrega  ni amor sin límites. Existe un límite, la capacidad de la persona y su organismo. Quien va más allá, pone en riesgo su vida. Nadie muere de amor sino por falta de amor. Un morir por un sin vivir.

Cada cual tiene su potencial de ayuda, de dar afecto.  El superficial, que apenas se esfuerza por sembrar, poco grano puede dar. Cuando la vida le exija donaciones que excedan sus escasos recursos, como educar un hijo, se desquiciará. Un sin vivir para él y para quienes le rodean.  El egocéntrico y el egoísta  se sienten en continuo estado de necesidad por lo que intentan acumular, aprovecharse, "chupar"  de quienes tienen cerca .Un sin vivir por saciar su permanente insatisfacción. Un sempiterno estrés por tener y sentirse más...dando lo menos. Unos  enfermos que harán enfermar a quienes atiendan sus requerimientos. 

Amor. El afecto mayor. Quien nos ama, nos da. A quien amamos, damos. El amor es a la vez una entrega y  un querer. Decir te amo es decir estoy por y para ti. Decir te quiero es  pedirte que me ames. El tú y el yo. Un yo y un tú que se amparan y comprenden siendo uno causa de que el otro se redescubra y se reoriente. Un sin vivir que es vivir, la recompensa del amor. 

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