sábado, 14 de abril de 2012

EMBRIAGUÉMONOS

Ando en un constante mascullar sobre a donde nos conducen los sacrosantos recortes escritos en los torcidos renglones de la biblia del liberalismo. Un libro que proclama el cielo pero conduce a casi todos al infierno.

Ando intentando imaginar el día a día de tanta gente expulsada, no ya del jardín de los buenos sueldos, sino de sueldo alguno. Imaginar no es saber, pero no sé si quiero saberlo.

Ando preguntándome cómo se pude digerir  la mortal  y “legal” pelota de goma que te arrebata un hijo y no puedo preguntármelo dos veces seguidas sin sentirme enfermo.

Me pregunto cómo amordazar la boca del inquietante ministro que proclama delictiva la resistencia pacífica a las órdenes injustas y siento nauseas al comprobar cómo perduran en los círculos del poder los pérfidos y nunca desterrados  principios del fascismo.

Me pregunto qué mella dejará en el espíritu de mi hijo el aguírrico sueldo de trescientos euros que recibe. La dignidad tiene un precio, la indignidad también.

Ando preguntándome cómo derrotar al obsceno poder que nos ningunea riéndose de manifestaciones y actuables, sabedor de que tiene los voceros,  las porras y los tanques y de hasta donde sería capaz de llegar yo, habiendo enfilado el último tercio de mi vida, frente a los tiranos que nos ahogan con la prisma de riesgo, delincuentes de la peor calaña que día tras día ponen en jaque las vidas de millones de personas sin que paguen por ello porque tú, yo y millones de pusilánimes como tú y como yo lo permitimos.

Ando procurando atemperar el ánimo encendido por la rabia y la decepción, la impotencia y la indecisión buscando motivos para la esperanza y un “lógico” conformismo.

Pero no sólo en eso ando. Ando en un constante ir y venir concretando los mil y un detalles del viaje a Roma con chiquillos de trece a dieciséis años, excitados ante la inminente salida del cascarón de su pueblo. Un agotador procurar no tener olvidos ni descuidos. Una cierta opresión en el estómago originada por un acentuado estado de vigilia. Un apretar el acelerador en las clases, ahora más que nunca fuera del horizonte de su motivación. Un estirar y encoger de normas y tareas, mano derecha y mano izquierda de la que hay que tener con adolescentes que entienden a quien les entiende. En esas estaba esta mañana, exhausto, cuando él, en primera fila, en un pequeño receso, mirándome con sus ingenuos ojos azules, dijo:

-Juan, eres fuerte. Psicológicamente muy fuerte, el pilar de la ESO.

Lo dijo con voz baja, como para entre los dos. Hay momentos en que no sabes como reaccionar y este fue uno de ellos. Le miré y el supo que le había oído pero no dije nada y continué con mis explicaciones. Habrá quien le parezca una petulancia por mi parte hacer público este suceso. Me es indiferente. Ignoro en que basa su apreciación. Su naturalidad, ajena a la adulación y la admiración me hizo bien. Como bien me ha hecho leer este texto de Baudelaire que el azar ha puesto hace unas horas en mis manos:

Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: esa es la única cuestión. Para no sentir el horrible paso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.


Embriaguémonos con la sangre de los gladiadores que luchan por la justicia, el vino de la vida. Con la virtud de quienes aun con sus renuncios, procuran no doblegarse ante la opresión del poder “democrático”. Embriaguémonos de proyectos que, aunque no lo consigan, persigan procurar nuestro bien y el de otros, proyectos en los que a buen seguro anida la poesía.

                                      Diario de la escuela oculta

2 comentarios:

  1. Es repugnante como gente que te rodea acepta la injusticia social y la opresión del poder como realidad inmutable. Y lo que es muchísimo peor, como la defienden, la protegen e intentan que prolifere como realidad que irremediablemente le toca defender porque "es la suya y la de los suyos". Es la suya y la de los suyos, pese a que en la mayoría de los casos les perjudica; el viejo lastre del sectarismo. Son los más, rozan la totalidad. Cuidado, pues ellos también pueden embriagar.

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